Los locutorios telefónicos de la base militar Miguel de Cervantes, en Marjayoun (Líbano) son un dinosaurio romántico. No hay colas, ni jóvenes soldados apurando nerviosos el cigarrillo antes de llamar a la novia. Ni tipos de anchos hombros y botas altas con los cordones rodeando el tobillo que entren cabizbajos y salgan con el rostro pletórico, o al revés. A estas alturas de la era digital, todo eso es literatura.
Y la culpa es de Internet. Los locturios telefónicos son otra víctima de la Red, que ha revolucionado el modo en el que los miembros de la Brigada Mecanizada Extremadura XI se relacionan con sus familias. En la base hay red wifi. Un poco caprichosa y pesada, eso sí. Hay que conectarse a una red cuando uno está en la habitación, a otra en la cafetería, y meter usuario y contraseña cada vez, de manera que una mente sana acaba memorizando las claves al segundo día, a base de teclearlas diez veces cada tarde.
Aquí, Internet tiene tres utilidades fundamentales: La primera, mandar mensajes por WhatsApp. La segunda, leer la prensa digital, la regional y la deportiva, principalmente. La tercera, hablar y verle la cara a la familia por el servicio de videollamada gratuita Skype.
Los militares extremeños hacen lo primero y lo segundo durante todo el día, siempre que estén en la base. Lo tercero queda para la noche. Y en especial a partir de las once (las diez en España). Una costumbre horaria, esa de llamar a casa a partir de las diez, que quizás es la huella que pervive de aquel pleistoceno de las cabinas, cuando salía más barato llamar a partir de esa hora porque así le apetecía a Telefónica que fuera.
Fuera de la base, y a efectos telefónicos, hay básicamente dos tipos de militares extremeños en Líbano: los que activaron el ‘modo avión’ el primer día, y los que le quitaron la tarjeta al móvil, la guardaron en los bajos fondos de la maleta, y se la volverán a poner cuando aterricen en Talavera La Real. O sea, en mayo (y no en abril, como contábamos aquí ayer).
A todo esto, sí, en la base Miguel de Cervantes hay teléfonos públicos. Entras en el módulo habilitado para ellos, junto al patio central y la cantina, escoges un locutorio, marcas el 1 y luego el teléfono que quieras, le das al botón de aceptar, y a hablar. Ayer, a las dos de la tarde, los locutorios estaban vacíos. Por la noche ganaron movimiento, como recordando viejos tiempos.