Juan Benet, un novelista de ratos libres
Juan Benet, autor de una de las obras más personalísimas y sugerentes de nuestra última narrativa habló sobre ‘La obra
propia’ dentro del ciclo ‘Otras voces, otros ámbitos’, que ha organizado la Consejería de Cultura de la Junta de Extremadura. En su charla -más que conferencia- Benet se recreó, parsimonioso,
con sus ya habituales fobias y devociones. Confesó una vez más su pasión por
Faulkner, «al que descubrí por casualidad» y remarcó su olímpico desprecio por
los escritores franceses. «Con los escritores franceses -dijo- todos los
defectos se incrementan». Benet explicó que, en contra de lo que le ha oído
decir a Cela, «un escritor es, en cierto modo, un crítico frustrado». Y aunque
parezca sorprendente, Juan Benet reconoció, también, que ha ganado más dinero
con su novela ‘El aire de un crimen’, escrita en pocos días y por encargo, que
con cualquiera de sus otros libros.
JUAN DOMINGO FERNÁNDEZ / Cáceres
Benet es un escritor alto, enjuto, de
conversación pausada, precisa e irónica. Amigo de las frases lapidarias y con
una leve tendencia a las ’boutades’, confiesa sin ningún rubor ni falsa
humildad el desinterés que siente por sus obras una vez publicadas. «Lo que no
me interesa nada es lo que he escrito, porque lo conozco en toda su profundidad
y porque volver sobre ello sería poco menos que un ejercicio de descivilización
política». Juan Benet se refirió también a su diferencia ante Galdós y a la
oportunidad que pudo tener para trabajar como ingeniero de Caminos en el Plan
Badajoz.
?¿Cree que se puede hablar de literatura
experimental, o que toda la literatura, por sí, es experimental, un experimento
creador?
?No, se puede hablar de una literatura
experimental, que a mí, precisamente, no es la que más me gusta porque parte de
la búsqueda de una originalidad un tanto de laboratorio, sin recurrir a los
procedimientos suministrados por el talento, por la gracia, por la cultura, que
son los que realmente hacen original una obra y no la experimentación poco
menos que físico-química.
?¿Usted es un escritor que trabaja de
ingeniero o un ingeniero que escribe?
?Hombre, la fórmula segunda debería ser
más exacta porque yo vivo de la ingeniería y realmente es prioritario para mi.
Si yo un día, cada vez más raro, tengo que posponer y optar por una de las dos
actividades, sin duda que siempre el deber mío es trabajar como ingeniero y, si
tengo ratos libres, escribo. Pero si un día no tuviera ratos libres, pues
dejaría de escribir.
?¿Se siente deudor de autores como
Faulkner, Robbe-Grillet, Joyce…?
?De Faulkner, mucho; de Robbe-Grillet,
nada y de Joyce, muy poco.
?¿Se considera próximo a los valores de
la literatura y cultura anglosajona?
?No necesariamente, no. Me gustan mucho
algunos escritores ingleses y americanos, pero otros valores así, que redondean
la cultura anglosajona, no me dicen tanto como cualquier otra cultura, incluso
la española.
?¿Es frecuentador de las tertulias
literarias?
?No, nada. Tengo alguna tertulia, pero no
tiene nada que ver con la literatura.
?Aunque sea un tópico, ¿cuáles son las
tres novelas que más le han incitado a la relectura?
? ‘¡Absalón, Abasalón!’, ‘El Quijote’ y
‘A la búsqueda del tiempo perdido’.
?¿Usted se apoya en eso que se llama
‘libro de cabecera’ para escribir?
?No, yo tengo siempre un libro en la
mesilla de noche, pero no me apoyo en él. No. No hay ninguna correlación entre
lo que escribo y lo que leo.
?¿Considera cierta la afirmación de que
la novela ha muerto?
?No. La vengo oyendo desde que tenía diez
años y en ningún momento he visto que se haya cavado la sepultura, la hayan
arrojado y la hayan puesto una losa encima. Eso se decía ya, creo, el día que
nació la novela, que debió ser el siglo I antes de nuestra Era.
?Por último, ¿cuál sería su consejo a los
jóvenes autores que quieren ejercitarse en la creación literaria?.
?Que lean, que lean mucho. Que lean, que
lean diez veces más de lo que escriben.
(Diario ‘HOY’, 12 de abril de 1986)
Años después, el día 7 de enero de 1993,
en mi sección ‘El Alambique’, que firmaba con el seudónimo de Tristán Buendía,
publiqué con el título ‘Postrero Benet’ la siguiente columna:
Estaban repletos los periódicos ayer de
textos laudatorios y necrológicos acerca del novelista Juan Benet, el autor de
‘Volverás a Región’, fallecido la víspera de Reyes. Cuando oí la noticia de su
muerte recordé la primera ocasión en que hablé con él, y me acerqué a mi
biblioteca a coger un libro y comprobar que no me fallaba la memoria. A
principio de los años setenta yo había leído un denso libro de ensayos reunidos
bajo el título ‘Puerta de tierra’ y una novela que me desconcertó y que se
titulaba ‘La otra casa de Mazón’. Ambos libros eran obra de un ingeniero alto,
desgarbado, serio y poseedor de un estilo personal que le diferenciaba a las
dos frases del resto de los creadores patrios. Así que le tomé afición a este discípulo y admirador de Faulkner hasta
el extremo de que leí ‘Volverás a Región’ hace casi veinte años en la edición
de Alianza Editorial de 1974. Y frecuenté otros textos del novelista, al que
nunca había visto.
A principios de los años ochenta,
residiendo en Madrid, me enteré por la prensa que Juan Benet iba a firmar
ejemplares de una de sus últimas novelas en la Feria del Libro del Parque de Retiro. No sé qué
obra, tal vez ‘El aire de un crimen’.
Sin reconocerme especialmente fetichista
ni aficionado a las dedicatorias, el caso es que me pareció apetecible disponer
de un libro dedicado por Benet. Así que tomé de mi biblioteca el ejemplar de
‘Volverás a Región’ de 1974 y me largué al Retiro en busca de Benet.
Cuando llegué sólo quedaba un dependiente
en la caseta editorial. Me dijeron que hacía cinco minutos que se había ido. Mi
gozo en un pozo. Con el viejo libro en la mano, desilusionado, me dispuse a dar
una vuelta para pasar el rato cuando descubrí, entre un corro de gente, el
flequillo inconfundible del novelista. Olvidé mi timidez y me atreví a
interrumpir la conversación -creo que estaba hablando con José María Guelbenzu-
para extenderle el libro y que me lo dedicara. Benet me miró doblemente incrédulo.
O acaso con una incredulidad triple: porque no solían abordarle para pedirle
dedicatorias, porque no era ese libro que yo le alargaba el que había estado
promocionando en la feria y porque la petición llegaba fuera de horario.
Recuerdo que esbozó una sonrisa
exculpatoria para mi atrevimiento, me preguntó el nombre, sacó con parsimonia
una estilográfica inmensa a la que colocó el capuchón y se puso a escribir tras
pensar unos segundos.
Ahora, al abrir la primera hoja de
‘Volverás a Región’ entiendo mejor su inteligente e irónica dedicatoria, en la
que además de mi nombre escribió «con todo afecto postrero». Triplemente
postrero, diría yo, mi buen Benet.