De haber vivido, Georges Remi -más
conocido como Hergé, el creador de Tintín- hubiera cumplido hoy, martes, 22 de
mayo, cien años. A la sombra de esa efeméride, los periódicos llevan semanas
recordando la figura del dibujante belga y la de su famosísimo personaje, al
que casi todos suelen referirse como «el intrépido reportero». Yo creo que no
es para tanto. Puestos a elegir, antes que esos bombachos raneros de Tintín, a
mí me gustaba más la pinta de El Capitán Trueno o la de El Jabato, que además
repartían mandobles a troche y moche mientras exclamaban divertidos «¿Qué te
parece esto?»
Después está lo de las compañías. De
pequeño no entendía muy bien esas amistades tan raras de Tintín: el capitán
Haddock, el profesor Tornasol o los chiflados Hernández y Fernández, cuando El
Capitán Trueno o El Jabato tenían a sus inseparables Goliat y Taurus, Crispín y
Fideo de Mileto. Y luego las mujeres: la reina Sigrid y la noble Claudia (con
el comedimiento de la época), pero al fin y al cabo mujeres, mientras que al «intrépido
reportero» no se le conocía ni una triste novia, tan sólo la escolta de Milú,
su fox-terrier parlanchín y ladrador.
Con todo, lo que me parece peor de
Tintín, lo que me resulta insufrible es la vida que se rifa: viaja por todo el
mundo -este sí que ‘gratis total’-, nunca se le ve discutir con su director (ni
siquiera con el redactor jefe) y lo que más me enerva: mucha investigación y
aventura, pero ¿dónde, a qué hora, y cómo escribe las crónicas?
Reconozco que lo que de verdad me hubiera
gustado es que Hergé situara a la tropa de sus personajes cubriendo una campaña
electoral de mitin en mitin. Verías tú que pronto iban a saber lo que es una
aventura trepidante con los protagonistas ‘repartiéndose’ mandobles -de
palabra, claro es- y sin el contrapunto irónico del «¿Qué te parece esto?»