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Pastores y rebaños

Hace 15 años el Vaticano nombró obispo de Bilbao a Ricardo Blázquez, –hasta entonces obispo de Palencia– y recuerdo que la salutación de Xavier Arzalluz fue referirse a él de modo despectivo como «un tal Blázquez». Una de esas frases que se ha convertido desde entonces para el imaginario popular en sinónimo y paradigma de ‘maqueto’ o ‘charnego’. Es decir, dentro del nacionalismo étnico del RH, lo peor de lo peor. Lo que se dice un paria.

Hace unos pocos días el Vaticano ha designado a José Ignacio Munilla obispo de la diócesis de San Sebastián en sustitución de Juan María Uriarte. Resulta que Munilla, nacido en San Sebastián, y ahora también obispo de Palencia, es además ‘euskaldún’ (habla euskera) pero ambas circunstancias no han impedido que el clero guipuzcoano exprese su rechazo de forma enérgica y aparentemente nada piadosa. «Lamentamos y deploramos que en una cuestión tan trascendental como esta no se haya tenido en cuenta ni respetado el sentir de nuestra Iglesia», señala el comunicado contra la designación de Munilla, suscrito por 85 de los 110 sacerdotes de Guipúzcoa, entre los que figuran 11 de los 14 arciprestes del territorio, a los que hay que sumar otro nutrido grupo de religiosos que tampoco están de acuerdo con el futuro prelado de San Sebastián porque ven su nombramiento como «una clara desautorización de la vida eclesial de nuestra diócesis».

Yo tenía entendido que el mensaje cristiano se caracteriza por su carácter ecuménico, es decir, universal, pero por lo visto además de haber nacido en determinado lugar y hablar determinada lengua, influyen otras circunstancias que las estrictamente doctrinales y teológicas cuando el tamiz tiene connotaciones nacionalistas. Se conoce que en este caso no debe regir el consejo evangélico: «A Dios lo que es de Dios y al César lo que es del César». Aquí todo para el César y después ya veremos. O como lo argumenta gráficamente Josu Erkoreka, diputado del PNV en el Congreso: «No es lo mismo pastorear un rebaño de oveja ‘latxa’ (de origen vasco) que uno de oveja burgalesa». Claro, claro, dónde va a parar.

En Extremadura, con tres diócesis muy extensas, aún no hemos llegado a ese grado de reivindicación que se percibe en Guipúzcoa. Aquí nos afanamos todavía en solicitar derechos muy básicos, por ejemplo, que Guadalupe y el monasterio de la Patrona de la región pertenezcan junto con otros 31 pueblos a las actuales diócesis extremeñas y no a la de Toledo. O sea, que la distribución eclesiástica se corresponda con el actual diseño territorial y no constituya un «residuo medieval», como califica la asociación Guadalupex la «anomalía histórica» de esa división, impensable en cualquier otro territorio nacional.

Yo creo que nadie debe pedir peras al olmo. Ya se sabe, en materia doctrinal, doctores tiene la Iglesia. Aquí no se trata de imponer un aldeanismo ideológico o teológico. Pero no considero que sea materia de fe desplazar los límites de una diócesis para adaptarlos a la realidad política y social de la población. De lo contrario, a más de uno puede que le ronde por la cabeza la idea de un cambio de actitud. Y adentrarse en ese laberinto resultaría peligroso. Porque luego es complicado encontar la salida.

Juan Domingo Fernández

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Blog personal del periodista Juan Domingo Fernández


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