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Un bendito de Dios

Mucho antes de que los más jóvenes le conocieran por su relación familiar con la cantante del grupo Amaral, él ya era popular y querido en su ciudad, Cáceres, donde ayer murió como el símbolo que despide toda una época. Estoy hablando de ‘El Nano’, de Mariano Amaral Pérez, ese personaje verdaderamente entrañable para muchas generaciones de cacereños.

Al contrario que otras personas singulares de los años sesenta y setenta del pasado siglo, nunca vi que la crueldad natural de los niños se cebara con este espíritu bondadoso, pacífico y bienhumorado, con esta alma de Dios que era ‘El Nano’. Recuerdo sus cantos a la Virgen de la Montaña y a otros santos con aquella medio lengua en la que las palabras le iban saliendo atropelladas, con algo de salmodia y de plegaria difícil de entender y de reproducir. Nano proclamaba sus cantos mientras mantenía en alto una pequeña cruz de madera medio repleta de estampas religiosas. Lo más sobresaliente de su mensaje, la esencia de aquellas oraciones eran su propia persona, su condición de peregrino por las calles de Cáceres enarbolando las únicas armas de su particular cruzada: la bondad y el deseo de mostrar un entusiasmo religioso con la obstinación de la inocencia.

Recuerdo que en la mayoría de las ocasiones era acogido con una sonrisa y que su paso suscitaba idéntico comentario: «Va a llover, porque ha salido El Nano». En 1981 Fernando García Morales le dedicaba una de sus ‘ventanas’ a la ciudad con el título ‘Hasta El Nano se equivoca’. Señalaba entonces el veterano periodista que aunque nuestro personaje salía a la calle con sus cruces para dar los sermones y acudía todos los miércoles al mercadillo franco de Camino Llano, la sequía se obstinaba en su condición de pertinaz…

Hace 22 años publiqué en mi sección ‘El Alambique’ otra columna dedicada a ‘El Nano’, pero de signo opuesto a la de García Morales porque se titulaba ‘Nano trae la lluvia’. Aludía a una charla con Rafael Valiente, por aquel entonces inspector de Servicios Municipales y Jefe de Producción del Servicio de Agua de Cáceres: «Tras explicar todos los detalles del caso respecto a la cantidad de agua embalsada, consumos mensuales medios, capacidad de los depósitos reguladores, etcétera, Valiente se descolgó con la siguiente advertencia: ‘En cualquier caso, no hay que preocuparse por la sequía porque ya he visto a ‘El Nano’ por las calles’». ¡Y era el que más entendía (y me parece que sigue siéndolo) del problema del agua en la ciudad!

Desde hace años ‘El Nano’ había desaparecido de las calles de Cáceres. Algunos pensaban que había muerto. La verdad es que con él desaparece el símbolo de una época, un Cáceres más pequeño, sin urbanizaciones ni residenciales, donde un alma de Dios no tenía dificultades en que los carpinteros le hicieran cruces de madera para sus estampitas, donde el cabo Piris era capaz de retirar una copia de ‘La maja desnuda’ de Goya del escaparate de una papelería, donde los muchachos se mostraban menos piadosos con otros personajes populares como Bocatique o Zacarías y las tardes en Cánovas estaban perfecta y socialmente divididas entre ‘Catetolandia’ y ‘Cursilandia’. ‘El Nano’ era diferente a todo eso.

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Juan Domingo Fernández

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