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¿Pero hay recetas?

Los mismos hombres que emprendieron la conquista científica del espacio exterior se han encargado de producir armas suficientes para provocar el gran holocausto atómico. La cara y la cruz de una manera de entender el progreso. Capaces de lo mejor y de lo peor simultáneamente. De promover las Naciones Unidas y también de generar el mayor agujero en la capa de ozono. De erradicar muchas de las enfermedades endémicas en medio mundo y de taparse los ojos, la boca y los oídos ante el fantasmal espectáculo de una hambruna de dimensiones bíblicas en el Cuerno de África.
Como en la famosa secuencia de ‘2001. Una odisea del espacio’, de Stanley Kubrick, en la que el mono ‘evolucionado’ lanza hacia arriba la quijada-herramienta y sin solución de continuidad nos trasladamos a nuestros días, podemos decir que anteayer estábamos pintando bisontes y ciervos en las cuevas de Europa y ahora discutimos a través de Internet sobre las posibilidades de uso de la antimateria, acerca de la velocidad de los neutrinos o si  cabe establecer comparaciones entre la genialidad de Mozart y Bach o entre el Real Madrid y el Fútbol Club Barcelona.
Uno de los terrenos científicos en los que el hombre ha avanzado a trompicones es el de la economía. Y no lo digo pensando en aquella frase que le soltó el ministro socialista Jordi Sevilla a un Rodríguez Zapatero recién llegado a la presidencia del Gobierno, cuando le aseguró que los conocimientos de economía que precisaba podían aprenderse «en dos tardes». Del mismo modo que se dice que hay mentiras, grandes mentiras y estadísticas, se podría afirmar que hay mentiras, grandes mentiras y postulados económicos. La revista ‘XL Semanal’ ha reunido a diez premios Nobel de Economía y les ha pedido su receta para salir de la crisis. El resultado me parece periodísticamente muy atractivo pero imagino que si un equipo de profesionales tuviera que poner en práctica todos esas recomendaciones el programa resultante completaría un monstruo como el del doctor Frankenstein. El sueño de la razón y el sueño de la macroeconomía crea monstruos.
Mi receta preferida es la del escocés sir James A. Mirrlees, que recibió el Nobel en 1996 por hallar una fórmula para que los impuestos sean justos. Este matemático de 75 años que se pasó a la economía para «acabar con la pobreza» confiesa que no entiende cómo los comerciantes y los consumidores deben pagar el IVA y sin embargo los grandes fondos pueden hacer inversiones millonarias sin tributar. «Lo importante», dice en ‘XL Semanal’, «es que todas estas estúpidas derivadas han dado beneficios millonarios a unos individuos que no han aportado riqueza a la sociedad».
Más claro, el agua, pero sin hacerme ilusiones… Acaso porque no soy de los que se ríen de los adivinos y toman en serio a los economistas. Sé que una cosa es la teoría y otra la práctica. Y también que confiar en una fórmula no deja de ser una simplificación contra la que nos previno el economista inglés Alfred Marshall: «Toda frase breve acerca de la economía es intrínsecamente falsa». Así que para qué.

Juan Domingo Fernández

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Blog personal del periodista Juan Domingo Fernández


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