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Plegaria del árbol

En el Paseo de Cánovas de Cáceres y en otros muchos parques y jardines de España se exponen en carteles o en muros de azulejos la ‘Plegaria del árbol’, ese canto que seguramente pueda considerarse con toda justicia uno de los primeros manifiestos proteccionistas de nuestro tiempo. La plegaria, con múltiples versiones, tiene la fuerza de los salmos y de las invocaciones antiguas:

«Tú que levantas contra mí tu brazo armado, antes de hacerme mal ¡reflexiona!

Dios me ayuda a crecer sin molestarte. Soy la sombra amiga que te protege de sol. Mis flores y frutos sirven a tu recreo. El bosque en que vivo es fuente de salud, deleite y belleza. Soy la viga que soporta el techo de tu casa. Las tablas de tu mesa y la cama en que descansas. Soy el mango de tus herramientas. La tabla de tu cuna, la madera de tu barca, la puerta de tu casa, el bastón de tu vejez. Con mis ramas enciendo tu hogar y cueces pan. Mis hojas alimentan tu ganado y son abono para tus campos»…

La plegaria nos recuerda que el árbol representa la hermosura del paisaje, el refugio de los pájaros, el encanto de la huerta, la señal de la montaña, el calor de la leña en el hogar y un detalle nada desdeñable: «Cuando mueras, en forma de ataúd, seguirás necesitándome».

En casi todas las versiones de esta oración laica a se pide al hombre que no mutile al árbol con las podas buscando únicamente la leña, se alude al horror del fuego y se ruega no dañar a un ser vivo al que en muchos casos puede llegar a quererse como un hijo.

Es verdad que bastantes de las utilidades que la plegaria atribuye al árbol han sido superadas por el progreso o sustituidas por un más que discutible sentido ‘práctico’. Ni las vigas, ni las camas, ni las cunas, ni las barcas, ni los bastones, ¡ay!, son ya exclusivamente de madera. Ni tampoco es la leña el combustible que alimenta la mayoría del fuego de los hogares.

A quien escriba la próxima versión de la ‘Plegaria del árbol’ seguramente le corresponda subrayar, sin embargo, que los bosques son los que capturan el dañino CO2 de la atmósfera, los que luchan contra la erosión de nuestros suelos y el avance del desierto, los que atemperan el clima, los que purifican el aire y contribuyen a la salud mental de la sociedad. Que son, entre otras muchas cosas buenas, nuestros aliados de la vida.

Si estuviera en mi mano, a quienes provocan intencionada o irresponsablemente incendios y daños a los árboles yo les impondría –al margen de las penas que establezca la ley– una tarea añadida: copiar a mano la ‘Plegaria del árbol’ y divulgar el mensaje por tantos centros de enseñanza como árboles hayan sido destruidos por su brazo armado.

Juan Domingo Fernández

Sobre el autor

Blog personal del periodista Juan Domingo Fernández


julio 2012
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