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Las botas de Jurenito

En español el genio del idioma tiene recursos muy expresivos para aludir a lo inalcanzable o a lo sencillamente inútil. Así decimos, por ejemplo, ponerle puertas al campo o escribir en el agua, si queremos referirnos a un empeño vano, quimérico, imposible. ¿Quién no conoce a alguien que pretendió saltar sobre su propia sombra, o que terminó descubriendo que no existe ningún lugar donde  aten a los perros con longanizas?
Cuando esos ‘imposibles’ saltan de la vida cotidiana al escaparate de la política resultan muy llamativos. Tanto como la prohibición de utilizar la palabra ‘desahucio’ en los escritos que se remite a las familias adjudicatarias de una vivienda social propiedad de la Junta de Castilla-La Mancha cuando van a ser, precisamente, desahuciadas.
Según informan los periódicos, desde las instancias oficiales se recomienda evitar el uso de expresiones como:  «desahucio», «desalojo», «alzamiento» y «pérdida o privación de su vivienda» por otras «menos contundentes» que en el fondo son simples eufemismos, pirotecnia verbal que, como advierte el sentido común y la Plataforma de Afectados por las Hipotecas, no elimina la realidad. La verdad es la verdad, la diga Agamenón o su porquero.
En 1921, el escritor y periodista ruso de origen judío Ilya Ehrenburg publicó un cuento titulado ‘Las aventuras de Julio Jurenito’.  Ehrenburg vivió en 1905 en Moscú los primeros momentos de la revolución junto a Nicolás Bujarin y se marchó después a París, donde conoció a personajes destacados de las vanguardias artística y literaria: Apollinaire, Léger, Diego Rivera, Modigliani, Picasso, Gómez de la Serna… Aunque Ehrenburg (famoso también por sus libros y su participación como corresponsal en la guerra civil española) fue diputado del Soviet Supremo y recibió el Premio Lenin de la Paz en 1952, nunca fue miembro del Partido Comunista. Y desde luego, en 1921, cuando publica ‘Julio Jurenito’ era muy critico no solo con el occidente capitalista sino con el propio comunismo. El protagonista del relato es un filósofo mexicano que viaja ilusionado a la URSS para conocer la «fraternal» experiencia de los ‘soviets’. La decepción del personaje es enorme y dirige un alegato tremendo a quienes mandan en el Kremlin: «Os imploro, comunistas, que no escondáis vuestros látigos entre las violetas», dice.
La verdad es que después de aquella experiencia, Julio Jurenito se nos presenta desengañado de la vida y decidido a suicidarse. Y ahí surge el genio irónico de Ilya Ehrenburg, tan buen conocedor del alma rusa, para idear lo que ha sido considerado un procedimiento de suicidio infalible: hacer que su personaje se ponga un par de botas nuevas, relucientes, y se adentre con ellas a pasear en un parque. A la media hora fue hallado muerto… y sin las botas. Las ironías de habitar el paraíso.
A los Ilya Ehrenburg de nuestros días tal vez se les ocurra otros procedimientos para acabar con sus personajes de ficción. ¿Víctimas de un desahucio, por ejemplo? No, no; qué poco imaginativos… Mejor a manos de un eufemismo.

Juan Domingo Fernández

Sobre el autor

Blog personal del periodista Juan Domingo Fernández


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