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Suerte y al toro

En ‘El arte de Birlibirloque’ dice José Bergamín que «el toreo no es español, es interplanetario». Me temo que en Cataluña se lee poco a Bergamín, o no se le hace mucho caso, que para el caso es lo mismo. Contaba el periodista Carlos Luis Álvarez que en una ocasión citó a Spinoza y salió en el artículo Spinola, aquel general de monóculo que estuvo a punto de darle la vuelta a la revolución de los claveles en Portugal. Carlos Luis Álvarez, ‘Cándido’, explicaba entonces que la cita venía a cuento de una disquisición democrática y que no se refería a ella para «sacar a relucir interioridades, sino con el fin de aclarar que Spinoza no usaba monóculo. Me moría por hacer esta puntualización».

Salvadas las distancias, a mí me pasa estos días como a Cándido. Yo quiero referirme al Estatuto catalán, sin meterme en otras interioridades, pero en en el artículo lo que sale es el Parlament y su votación en contra de la fiesta de los toros. Sospecho que tras el asunto del rechazo a la lidia no late una disquisición democrática, sino una cuestión moral. Los integrantes del Parlament están empeñados en salvarnos de lo que consideran una posición moral poco recomendable. Lo malo es que cuando uno abre ese portillo desde una instancia pública sabe cómo se empieza, pero no cómo puede acabar la historia. ¿Quién pone aquí los límites? ¿Cuál puede ser la siguiente iniciativa de ‘moral colectiva’? Si me detengo a imaginarlo, me tiemblan las piernas.

Es difícil no percibir el ‘tufillo’ de intereses políticos que se adivina detrás de esta guerra oportunista, gratuita y resuelta por el expeditivo método de la prohibición, aunque sea una prohibición ‘democrática’, bendecida por el voto de los parlamentarios.

Estas diatribas vienen a reforzar esa crítica popular a lo ‘artificioso’ de algunas preocupaciones políticas, capaces de distraerse en problemas de tercera regional y no centrarse en los asuntos de la ‘Champions League’. Resulta asombroso que al mismo tiempo que un Parlamento, el de España, está a punto de consagrar el despido objetivo con 20 días de indemnización por año trabajado en los casos de que la empresa alegue simplemente una caída significativa de sus ingresos, medio país se enzarce en la guerra de toros sí o toros no en Cataluña. Así se explica que hasta el Gobierno tercie en la polémica reconociendo que los toros «son cultura» o que un militante de ERC denuncie a un torero por golpearle con una silla. (Por cierto, será el torero que hace la estatua de Don Tancredo, que le atizó con sus trastos de lidiar). Para no hablar de los flecos pendientes: el recurso al Constitucional anunciado por los pro-taurinos o el trabajo de ese juzgado barcelonés que deberá pronunciarse acerca de si los toros ‘ensogados’ son legales o ilegales. Cuestiones palpitantes. Y de altura.

Antes de que a alguien se le ocurra convertirnos en vegetarianos por iniciativa popular, procuraré aplicarme la dieta de mi buen amigo Diego Bardón, ese genio escuálido que se empeña en correr los maratones de espalda y que solo come carne de toro que haya matado Morante de la Puebla. Así de sencillo. Y si ya no puedo ver a José Tomás en la Monumental de Barcelona, lo veré en otras plazas, a ser posible con los toreros de la tierra: Ferrera, Perera y Talavante. Que Dios reparta suerte.

Juan Domingo Fernández

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