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Los cineclubistas de los sesenta recordarán el título de aquella película de Marco Bellochio en la que se aludía a la fascinación de la juventud burguesa de la época por el comunismo de Mao Tse Tung. China estaba cada vez más cerca de occidente, como dice el título, aunque fuera de forma marginal y revolucionaria y ahora en pleno siglo XXI ya está aquí, tanto en la tienda de la esquina como en las superproducciones de entretenimiento universal.
En los 70 y 80 empezó a llegar el cine chino de autor, precisamente de la mano del director de la película que encabeza este texto, Zhang Yimou. “Sorgo rojo”, “La linterna roja” o “Vivir”…nos mostraron una visión de fuertes cromatismos y llena de apuntes históricos del lejano país oriental.
Yimou se convirtió en uno de los autores mundiales más afamados, pese a incontables problemas con las autoridades de su país, hasta que empezó un nuevo camino y prácticamente inauguró un género cinematografico, el cine de artes marciales de calidad con “Hero” o “La casa de las dagas voladoras”.
Algunos títulos lo han superado, tal cual es el caso de “Acantilado Rojo”, de John Woo, en la vertiente del cine épico histórico, pero Yimou ha seguido estando ahí, cultivando las dos facetas que le han dado fama: la crónica de la historia contemporánea de su país y la fantasía épica.
El nuevo paso que ha dado es un acercamiento más al mundo occidental utilizando actores norteamericanos como Willem Dafoe y Matt Damon en la película que nos ocupa, elección que ha sido criticada en su país, pero que le ha abierto el camino a todas las salas comerciales del mundo.
“La gran muralla” no es ninguna obra maestra. La historia no puede ser más simple: una horda de criaturas extraterrestres atacando al ejército que defiende la muralla y que son ayudados por los citados personajes occidentales, unos émulos de Marco Polo y familia, muy dotados para la lucha. ¿Qué es por tanto lo que hace que sigamos esta especie de ataque casi constante de monstruos a una fortaleza al estilo “El señor de los anillos” ?: una vistosa escenografía basada en el color y la colocación de figurantes y especialistas de carne y hueso frente a criaturas digitales.
De esta manera, la primera parte del metraje nos recuerda intensamente que Yimou fue el encargado de dirigir la ceremonia de inauguración de los Juegos Olímpicos de Pekín en 2008 y que toda su parafernalia cromática, con acrobacias y artilugios a medio camino entre la Fura dels Baus y el Circo del Sol, está presente en la película.
Las belleza de las secuencias de “las grullas voladoras”, que evocan también algunos momentos de las sagas del vídeo juego “Final Fantasy”, el ataque con globos aerostáticos o las escenas del desierto rojo que rodea a la muralla, me han bastado para que no mire el reloj en ningún momento de la proyección y me olvide de que estaba ante una historia y unos personajes mil veces representados, y además en este caso la introducción de rostros occidentales ayuda a no liarnos demasiado con los actores.