En esta sociedad de tanto ‘sin’, a veces se echa de menos algo ‘con’. En ocasiones, no solo es que sea necesario, es que se hace imprescindible. Y hasta exigible socialmente, no se crean. Y no hablo de los ‘sin papeles‘, precisamente.
Tenemos cerveza, licores y vinos ‘sin’ alcohol; yogur y fiambre ‘sin’ grasa, leche ‘sin lactosa’, huevos ‘sin’ colesterol y no sé si arroz ‘sin’ almidón, pero puede. A los ya conocidos ‘sin techo’, podemos sumar septuagenarias operadíííííísimas ‘sin’ edad determinada, tabaco ‘sin’ nicotina, café ‘sin’ cafeína, jabón ‘sin’ perfume, pechos recauchutados ‘sin’ gravedad y hasta mucho ‘sin’ más incluidos numerosos ejemplares del zoo social que habitamos ‘sin’ un ápice de educación. Ni Dios que se la ponga, que es lo peor.
Me refiero un tipo de especimen humano, para más señas, que se da en todos los ecosistemas urbanos. En el medio rural, su acción pasa más desapercibida, cierto es. Su hábitat, como se ve es amplio. Basta pasear por él para descubrir su presencia. Lo mismo puede vestir traje de chaqueta, que vaqueros, el sufrido chándal, un pirata pasado de moda o cualquiera otra pinta de estar en casa, si es por la noche. Suelen estar más activos en las primeras horas del día y a partir de la caída de la tarde. Parques, paseos y calles son los escenarios más frecuentes de sus apariciones.
Se trata de los ‘sin bolsa‘, una casta de ciudadanos por encima del bien y del mal, que se dedica a pasear a sus perros, sueltos o atados (más lo primero, también llamados los ‘sin correa’) con derecho a ensuciar paseos jardines y alcorques con los cacas de sus queridas mascotas que nos dejan de recuerdo.
Salen ligeritos de manos, a pasear al perro, sin bolsa, intención ni conciencia de recoger los mojones con los que van jalonado el paseo. Y malo es decirles algo. ‘¿Qué, vas a avisar a la Policía?… que venga y me multe’ oí espetar a una descarada adolescente a un sensato paseante que le recriminó la falta de educación cívica al dejar la mierda perruna (suelta en este caso) sobre el acerado.
Seguro que les ha pasado más de una vez. Sentir la pisada ‘distinta’, como amortiguada. Un plas, plas… la minada que descubre la tostada bajo la suela. Mamá, caca… te transporta la memoria remota. Y a parar en el bordillo más a mano, raspa por aquí y por allá. Y luego, a ver cómo entresacas del dibujo de la suela la plasta. Que pasado el rato y subido al coche o llegado a casa, empieza a ‘cantar’.
Pero no se apuren. Dice el dicho popular que pisar una cagada de perro da suerte. A mí, de momento, lo que me da es asco. Porque sigo entre los ‘sin’ Gordo de la Primitiva, sin Bonoloto, sin Euromillón. Eso sí, cada día ando con más vista. Incluso al salir del despacho de loterías. Y soy más escéptico con la fortuna. Incluso, sospecho que el Estado llega a pagar a la gente para que diga que le ha tocado un premio millonario y salir en los medios. Pero esta es otra historia.