Ya se sabe, las elecciones del 20 de diciembre han colocado al PSOE en el centro del escenario político, de tal manera que lo que haga ese partido condiciona al resto y, por lo mismo, la decisión que tome marcará el rumbo de la política española en los próximos meses o años. La mala noticia es que el PSOE tiene a su frente al líder más inconsistente desde la Constitución del 78 justo en el momento más complejo de España desde que aprobamos la Constitución. La mejor prueba de lo que digo es que ningún líder que haya superado la etapa de la adolescencia política hubiera planteado su futuro personal precisamente en el momento en que se está ventilando el futuro de todos. Sánchez lo hizo en cuanto tuvo oportunidad y, como buen adolescente, logró crear un problema –por si no hubiera ya suficientes–, allí donde no debía haberlo.
La buen noticia es –triste consuelo– que lo que está ocurriendo en Cataluña es una impagable vela que va alumbrando los peligros que le acechan. Si el partido socialista quiere evitar que la gestión de los resultados electorales deriven en una farsa que le arrastre hasta la irrelevancia no tiene más que fijarse en el camino trazado por Artur Mas desde las elecciones catalanas hasta la noche del último domingo, en que la CUP parió la nada, que es ya la única metáfora posible para definir a Mas, con lo que se demuestra otra vez que la poesía es el último refugio que se le ofrece a la realidad cuando vaga errante en busca de alguien que la explique.
La mala noticia es que Pedro Sánchez, en su intento de presidir el Gobierno, corre serio peligro de terminar como Artur Mas –y crear ‘Máschez’,una especie de robocop a la inversa— puesto que es el personaje político que, a este lado del Ebro, más se parece al ‘honorable’ menguante: ambos han demostrado tener una irresistible vocación de convertirse en un espectro: Mas ya lo ha conseguido y, al lograrlo, ha reducido a su partido a la cuarta posición en Cataluña; Sánchez parece empeñado en serlo y, de paso, hacer que el PSOE termine desbarrancándose en la próxima cita electoral que consiga adelantar.
La buena noticia… No, no alcanzo a ver buenas noticias en torno al PSOE. El pasado lunes pudo haberla, pero el Comité Federal no fue capaz de olvidarse del manual y dejó que Sánchez ‘explore’ la posibilidad de alcanzar un acuerdo con Podemos si renuncia al referéndum en Cataluña: un camino que puede acabar con Sánchez convertido en Mas. Yo esperaba otra cosa: a alguien que le dijera a Sánchez que lo mejor para el partido es que se moviera lo menos posible. Que llamar a la puerta de Podemos sería tan arriesgado para el PSOE como poner el Real Madrid en manos de Gerard Piqué. Y también que evite las elecciones, porque ningún botín será mejor que el que ahora tiene. En realidad, el PSOE está en una situación tan delicada que quizás lo menos inconveniente es hacerle la oposición al PP. Mucho más ahora que, al no tener mayoría absoluta –el único dato positivo para los socialistas el 20D–, puede obligarle a modificar algunas decisiones políticas.