No me gustaría que en una comunidad autónoma se celebrase un referéndum para decidir si se queda en España o se independiza de ella. Lo digo a cuento del ya recurrente asunto del referéndum de autodeterminación de Cataluña, al que se refirió el domingo Álvaro Jaén, el líder de Podemos en Extremadura, en una entrevista con este diario. El disgusto por la celebración de ese hipotético referéndum obedece a que el mero hecho de plantearlo supone la existencia de un desencuentro entre una significativa parte de los ciudadanos de esa comunidad y el resto de los españoles; supone el fracaso de un modelo, el de la España autonómica, que ha traído paz y prosperidad como en ninguna otra etapa de nuestra historia reciente; y supone también, como extremeño, la posibilidad de ruptura de un sistema de solidaridad que, aunque con defectos, siempre será mejor para los intereses de las comunidades pobres como la nuestra que otro en el que el poder cohesionador del Estado esté atenuado; o no exista. Lo dicho: no quiero, como español adepto a este Constitución y, mucho menos, como extremeño, un referéndum de autodeterminación para ningún territorio.
Pero tampoco quiero que nuestra democracia no sea capaz de dar cauce a los conflictos políticos que surgen en la sociedad, porque no sería esa democracia que yo quiero para mi país. Por eso digo que el que no me guste que se celebre ese referéndum no significa que crea que no deba celebrarse. Creo que debería celebrarse, por la sencilla y democrática razón de que el Parlamento catalán, legítimamente constituido, ha aprobado repetidas resoluciones solicitando ese referéndum. Y lo ha hecho dando expresión al deseo de independencia que existe en la sociedad catalana, que está lo suficientemente extendido como para que de él se deduzca una significación política. Debería celebrarse esa consulta, por tanto, pero con una condición indispensable: tendría que ser plenamente constitucional. Ello significa que la línea de salida para llegar al referéndum tendría que ser una reforma de la Constitución que lo incluyera. Estoy de acuerdo con Álvaro Jaén cuando dice: “¿Referéndum en Cataluña? ¿Por qué no?”, pero dejo de estar inmediatamente de acuerdo con él si lo plantea sin contemplar lo que le otorgaría plena legalidad a ese referéndum: que quepa en la Constitución. La pregunta, entonces, debería ser: ¿”Reforma constitucional para hacer posible un referéndum en Cataluña? ¿Por qué no?”. ¿Reforma constitucional para que el conjunto del pueblo español otorgásemos el derecho a Cataluña a preguntarse si quiere o no seguir en España, por qué no? ¿Reforma constitucional para que fuese el Congreso, como depositario del conjunto de la soberanía, el que dirigiese el proceso de consulta, por qué no? ¿Por qué no, si es la salida democrática de un problema político que está erosionando la cohesión de nuestro país precisamente porque no se está encauzando? ¿Por qué no si lo han hecho en otros países democráticos? ¿Por qué no si oponerse a ello es el modo más directo de generar independentistas?