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Antonio Tinoco Ardila

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Sin líder

La estampa que queda después de la larga batalla vivida por el PSOE hasta decidir abstenerse para facilitar el gobierno de Rajoy no puede ser más desoladora: por doquier, cadáveres sobre los escombros –el más notorio, el de Pedro Sánchez—y cadáveres bajo los escombros, ocultos a la vista. La siguiente tarea de los que mantienen la cabeza sobre los hombros en ese partido será la de protegerlo de la gente que ya está muerta pero que todavía no lo sabe. Porque son estos los que aún están en disposición de acabar con lo que queda del PSOE.

Los espectadores que hemos contemplado esta batalla como si fuera una versión patria de ‘Juego de tronos’ hemos echado de menos que Susana Díaz, en quien estaban puestas todas las miradas, se comportara a la altura de la opinión que parece tener de sí misma. Ha estado, sin embargo, muy lejos de lograrlo y ahora es una zombi más, una especie de ‘caminante blanco’ que vaga por los restos de un partido que hasta ahora había encarnado como ninguno el espíritu de la Constitución del 78 y a cuya devastación ha contribuido tan resuelta como mezquinamente. Señalo hacia Díaz porque ella fue la mano que ungió a Pedro Sánchez –tan iluso él que todavía saca pecho porque sigue empeñado en olvidar el origen de su victoria en las primarias–; y porque era ella la que hacía cálculos de futuro. Por eso era ella quien, antes que nadie, debió asumir la responsabilidad de establecer el relato de la abstención, crudo, sin la hojarasca en que ha estado enredado meses y meses. Y es que en una tesitura como la vivida, ningún dirigente socialista –tampoco Fernández Vara, aunque sea el que más se acercó– ha tenido hasta la hora en que les pillaba el tren el coraje de sostener un discurso nítido para facilitar el gobierno de Rajoy. Mucho menos Susana Díaz, que ha ramoneado bajo el árbol de la abstención pidiendo a los demás que le hicieran el favor de interpretar sus gestos.

Y eso que la situación a la que se enfrentaba el partido socialista a partir de diciembre –y mucho más después de junio, cuando los españoles repitieron sólo con algunas variantes lo expresado en diciembre–, era sencilla de entender y explicar: tenía tres opciones: facilitar un gobierno de Rajoy; intentar uno alternativo; ir a nuevas elecciones. Una vez que se puso de manifiesto que el gobierno alternativo era una operación de arenas movedizas en la que el PSOE tenía muchas opciones de acabar sepultado, y de que las terceras elecciones eran un viaje hacia la irrelevancia, ¿por qué todos se pusieron durante meses a perder el tiempo y a devaluar su posición dando rodeos sobre la abstención y cuidándose de no nombrarla? Sólo cabe una respuesta: al PSOE le falta un líder y Susana Díaz ha faltado a la cita con el liderazgo a la que ella misma se había convocado. Menos mal, sin embargo, que el partido aún conserva su particular marqués de Pombal, Javier Fernández, el hombre que está tratando de hacer lo que hizo el portugués tras el terremoto de Lisboa: enterrar a los muertos y tratar de dar de comer a los que quedan. Ojalá pueda enterrar a todos los muertos; también a los que creen haber sobrevivido a la batalla.

 

 

 

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Blog personal del periodista Antonio Tinoco.


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