Si no han leído el reportaje que el periodista Antonio Gilgado publicó el pasado domingo en este periódico no dejen de hacerlo. Este es el enlace a hoy.es: http://www.hoy.es/prov-badajoz/201611/19/condena-sufrimos-nosotros-20161119193058.html. Habla de los niños del equipo de fútbol de Monterrubio de la Serena que murieron el 8 de mayo de 2014 cuando el autobús en que viajaban volcó al encontrarse con una máquina retroexcavadora que había iniciado un giro a la izquierda cuando el autobús la adelantaba.
Lo traigo aquí no sólo porque sea un texto y unas fotos emocionalmente inolvidables, sino porque si alguna vez se preguntan para qué sirve el periodismo –y es fácil que lo hagan ya que vivimos tiempos en que las noticias falsas con apariencia de verdaderas es un fenómeno tan extendido que hasta han influido en la decisión del Reino Unido de abandonar la Unión Europea y en la elección a presidente de los Estados Unidos…–, si alguna vez se preguntan, digo, para qué sirve el periodismo, ahí, en ese texto de Gilgado y en esas fotos de Brígido tienen una buena respuesta. Nada de tratados, nada de monografías, tampoco reporteros jugándose la vida en primera línea del frente ni sesudos análisis sobre el porvenir de nuestros políticos: sólo los emocionados testimonios –y conmovedoramente civilizados, sin dar una oportunidad al rencor– de unos padres recordando a sus hijos y su pasión por el fútbol; los detalles del mismo día del accidente, cuando ganaron 4-5 a pesar de que en el descanso del partido perdían 4-0 y nadie hubiera dado un duro por ellos; y sus sueños para cuando fueran grandes.
Se necesita mucho respeto por la simple verdad, como lo demuestra Gilgado, para mantener a raya la retórica y sólo emplear palabras sencillas para contar a los lectores la realidad en cueros de esa pérdida. Hasta ahora sabíamos cosas de ese accidente, algunas en detalle como que la retroexcavadora no tenía espejo retrovisor; o que su conductor no tenía permiso del dueño para conducirla. Sabíamos los nombres de los niños, sus edades, el arrasador dolor que su muerte ha causado en sus familiares, en su instituto, en la comarca entera. Sabíamos mucho del suceso pero poco de quienes lo sufrieron. No sabíamos que José Manuel Tena Furtado, el portero del Monterrubio, jugó su último partido a escondidas de su madre porque tenía una brecha en la cabeza ni que, aun en primero de ESO, superaba exámenes de matemáticas de segundo. No sabíamos que el delantero Ismael Herrador, un zurdo que marcó el primer gol de la remontada del Monterrubio sobre el Herrera del Duque, era un biólogo en ciernes y que se hacía preguntas sobre cómo conjugaba su padre su trabajo de guarda de caza de una finca con su ecologismo. No sabíamos que José Antonio, el padre que lleva tatuado el nombre de Ismael, ha dejado la finca en la que trabajaba porque no puede con el recuerdo de haberla recorrido tantas veces con su hijo. Nada sabíamos de lo que cuenta Gilgado. A pesar de que lo que cuenta es tan simple de entender como que los que murieron tenían vida. Para mostrarla sirven el periodismo y los periodistas como Antonio Gilgado.