El pasado jueves apareció en televisión un grupo de fotógrafos, camarógrafos y reporteros. Todos corrían, se daban codazos, tropezaban entre sí. Nada que no hubiera visto otras veces. En esta ocasión el objeto del interés de aquel enjambre resultó ser una muchacha que trataba de esquivarlo como podía. Cuando apareció su cara en la pantalla había en ella miedo y un gesto de resignada derrota. La muchacha era Andrea Janeiro, hija de Jesulín de Ubrique y Belén Esteban, que ese jueves cumplía 18 años y, por tanto, abandonaba su condición de menor. A partir de ese día ya se podía difundir su imagen, un acontecimiento que, a tenor del afán del enjambre por retransmitirlo, debía tener pendientes a millones de españoles. Seré raro, pero yo allí no era capaz de ver otra cosa que acoso. Un acoso doloroso incluso para mí porque los acosadores conforman la imagen que millones de personas identifican con el oficio del periodismo. Y sobre todo doloroso para la víctima porque su queja, si la expresa, no obtendrá el amparo de nadie: esta muchacha, por ser hija de quien es, sufrirá el acoso que quieran los acosadores, que están socialmente disculpados.
Es llamativa la vara de medir que empleamos ante el acoso. Estamos vigilantes, como debe ser, ante el que sufren los niños en la escuela de manos de los alevines de matones, pero hasta implícitamente lo jaleamos porque lo hacemos objeto de consumo cuando ese periodismo de cloaca persigue a gente; incluso a los que acaban de dejar su condición de niños y estrenan mayoría de edad con el primer episodio del acoso que les espera.
Al día siguiente del acoso a Andrea Janeiro, Julia Timón, la concejala de Ciudadanos en Badajoz, sufrió un escrache. De madrugada, un grupo de personas se concentró ante la puerta de su casa para criticarle su apoyo a los Presupuestos municipales. En Badajoz ha arraigado un matonismo que campa a sus anchas en las redes sociales. Deberíamos tratar de evitar que el escrache a Timón sea la inauguración de un peldaño más en su escalada y que, por falta de coraje o por cálculo político, también lograra entrar en la lista de los acosos disculpados. Hasta ahora, PP y Ciudadanos han sido el objeto de sus escarnios, algunos tan miserables como hacer burla de un problema de salud sufrido por el alcalde, fíjense qué se llega a entender por crítica política. Se equivocarán PSOE y Podemos si piensan que como no son ni el PP ni Ciudadanos el asunto no va con ellos. Los matones ni tienen ideología ni obran por lealtad. El único idioma que entienden es el de la sumisión, de tal manera que sólo quedan a salvo de sus acciones quienes les ríen las gracias y quienes les dejan hacer. El pleno del pasado viernes fue una magnífica ocasión para que, como hizo Francisco Fragoso, Ricardo Cabezas y Remigio Cordero hubiesen puesto pie en pared ante los acosadores de Julia Timón. Lo hicieron después, y estuvo bien, pero hubiera estado mejor si lo hubieran hecho en el Pleno, el órgano donde se discuten las cosas que importan al común. Y es que no podemos dar ni un centímetro de ventaja a los acosadores porque, si se sienten disculpados, pasito a pasito y casi sin darnos cuenta harán que la democracia se nos vaya por el desagüe.