Durante las primeras horas de la mañana del pasado jueves, la Cadena Ser difundió un dato que me llamó la atención: los periódicos Times y Guardian y Washington Post y New York Times, que son los de referencia en Gran Bretaña y Estados Unidos, habían dado en sus ediciones del día más relevancia informativa a que la gerundense Pilar Abel no es hija de Salvador Dalí, según los resultados de la prueba de cotejo de su ADN con el de los restos del pintor, que a la aprobación de la Ley del referéndum de autodeterminación de Cataluña, a pesar de que significaba el inicio de una de las crisis políticas más importantes desde la recuperación de la democracia en España.
La decisión de dar mayor relevancia al asunto de la paternidad del artista sobre la turbulenta sesión del Parlament del día anterior no parecía improvisada en el caso de los periódicos americanos porque sus corresponsales en nuestro país habían optado por ocuparse personalmente del chasco que se ha llevado Pilar Abel al no poder llevar el apellido del genio de Figueras (y sobre todo, imagino, al no poder hacerse con el 25% de la herencia, que correspondía a la legítima), mientras que habían dejado que fueran las agencias las que contaran cómo los diputados de Junts Pel Sí y la CUP, capitaneados por Carme Forcadell, se ponían la democracia por montera y sumían a Cataluña en el oprobio.
La valoración informativa que hicieron los cuatro ilustres periódicos ese día me pareció de inmediato un notable error; incluso una falta de respeto hacia nuestro país. Pero con el paso del tiempo he ido cambiando de opinión: el primer paso de esa mudanza lo di pronto: cuando caí en la cuenta de que también podría ser un notable error por mi parte meterme a juzgar desde aquí, a miles de kilómetros de distancia, lo que esos periódicos consideran de mayor o menor interés para sus lectores, y concluí que había que dar por bueno su criterio a pesar de que, por muy incomprensible y doloroso que me pareciera, ese criterio apuntaba a que los británicos y los estadounidenses estarían más interesados en lo que de noticioso haya en torno al ilustre catalán Salvador Dalí, aunque no tenga que ver con su pintura, que en los ruidosos esfuerzos por nacer que hace la República de Cataluña y sus consecuencias para el conjunto de España e, incluso, para la Unión Europea.
Ahora, días después y viendo que el ‘Catalexit’ no logra prender en las agendas de los medios informativos internacionales en el sentido que les gustaría a Forcadell, Junqueras, Puigdemont y sus compañeros de ruta, me pregunto si todo se debe a que esos periódicos dieron un ejemplo de buen periodismo, que es aquel que nos adelanta el futuro, en el que siempre será más interesante conocer cualquier pormenor relacionado con Dalí que con esta aventura alucinógena en busca de la independencia de Cataluña como si fuera El Dorado, que está deviniendo en una nueva versión de la locura equinoccial de Lope de Aguirre, y que, por tratar de ser impuesta pasando por encima de la democracia, tiene ya su destino escrito: el de acabar con sus banderas en el polvo de la irrelevancia.