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Fco. Javier M. Romagueras

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Termalismo con sello de Patrimonio Mundial

Vista general desde el hotel Varinia Serena, con el Aqualange en el fondo

Tengo a gala conocer bastante bien el territorio de Extremadura y la mayor parte de sus lugares emblemáticos. Sin embargo hay uno, del que había oído hablar mucho, pero al que aún no había tenido oportunidad de visitar: el Balneario de Alange. El pasado 13 de abril, sábado, de la mano de la Asociación de Periodistas y Escritores de Turismo de Extremadura (APETEX), tuve la ocasión de saldar esa vieja cuenta pendiente. Y la mejor expresión que se me ocurre para describir mis sensaciones es: ¡lo que me he perdido durante estos años!

Diplomas de reconocimiento al director del balneario, izquierda, y al alcalde de Alange, centro.e

La visita a Alange se enmarcó en las actividades que periódicamente organiza APETEX, con su presidente Francisco Rivero a la cabeza. Durante toda la jornada estuvimos acompañados por Fernando Fernández-Chiralt, director del Balneario, quien hizo de perfecto cicerone, mostrándonos todos los detalles de este magnífico enclave, ducha escocesa y baño incluido. En el almuerzo también contamos con la presencia del alcalde de la localidad, Juan Pulido.

Aunque para muchos ha sido una auténtica novedad, las termas de Alange forman parte del conjunto arqueológico de Mérida que en 1993 fue reconocido por la UNESCO como Patrimonio Mundial. Desgraciadamente esta circunstancia ha permanecido en el olvido durante casi dos décadas, sin que ambos enclaves, Mérida y Alange, se hayan podido beneficiar mutuamente de las sinergias que se podrían haber creado.

Mi descubrimiento de la localidad y de sus termas estuvo acompañado por unas circunstancias privilegiadas, que no siempre se conjugan. Por una lado, después del largo y lluvioso invierno, nos sonrió una de las primeras jornadas verdaderamente primaverales del año. Por otro, debido precisamente a las precipitaciones caídas las últimas semanas, el nivel del embalse a cuyas orillas está el balneario es inusualmente alto, por lo que luce en todo su esplendor. Lo que sí pude comprobar es que la zona reúne todos los ingredientes para disfrutar de una jornada, o de unos días, de asueto y relax, tan necesarios en medio del estrés y el trajín de nuestra vida cotidiana. Más aún si tenemos en cuenta que las aguas de Alange están reconocidas en toda Europa como las mejores para afecciones del sistema nervioso.

Interior del hotel Aqualange

Según nos contó Fernando Fernández-Chiralt, que a su vez es el presidente de la Asociación de Balnearios de Extremadura, entre los siete establecimientos termales que están operativos en la región reúnen más de 300.000 pernoctaciones, lo que representa el 14% del total de las que se producen en la región.  Cuentan con más de 450 trabajadores y son uno de los principales motores turísticos de la comunidad, aportando a la economía extremeña más de 20 millones de euros. En el caso concreto de Alange, la localidad, con una población de 1.971 habitantes, cuenta con 460 plazas hoteleras, de las que 246 corresponden al propio balneario, produciendo 45.000 pernoctaciones.

ENCLAVE CON ENCANTO

Puedo decir que en las distintas partes del balneario y de sus instalaciones, además de la impronta evidente de una historia que se remonta a la época romana, se entrevé el amor y el gusto por las cosas bien hechas.

El más reciente de sus alojamientos, el Gran Hotel Aqualange, inaugurado en 2006, es una suma de cuidados detalles, en los que se nota la mano de sus propietarios.

Desde la cristalera del patio central, inspirada en la que aparece en la película La Casa de los Espíritus, protagonizada entre otros por Jeremy Irons, Meryl Streep, Glenn Close y Antonio Banderas; hasta la claraboya vidriada que ofrece una magnífica luz cenital a la estancia, pasando por los visillos de ganchillo de las habitaciones o las colecciones de cerámica de su gran comedor, todo está armoniosamente hilvanado. Y lo mismo ocurre en el más modesto hotel Varinia Serena, un tres estrellas muy acogedor, con una estructura de terrazas a lo largo de la ladera, desde cuya parte superior hay unas magníficas vistas hacia el conjunto del balneario, del embalse y de los cerros y elevaciones colindantes.

La laguna del manantial

Con todo, lo mejor fue sumergirse en las aguas del balneario. Primero en la terma romana, tras una ducha escocesa con la que el cuerpo empezó a tonificarse. Es de esas ocasiones en las que me he sentido como transportado a otra época, como si fuera un figurante inserto en otro mundo, un Zelig trasladado a la época romana. Allí, inmerso en el agua caliente, mirando la bóveda de la terma, mientras el sosiego te invade, te sorprendes compartiendo el mismo espacio que ya otros utilizaron hace casi 2.000 años. Y es una percepción diferente a la que tienes cuando paseas o pisas espacios exteriores de cualquier enclave histórico. En este caso se trató de algo más íntimo, más profundo, yo diría que más emocional.

La segunda inmersión, estética y sensorialmente encantadora, fue en la laguna del manantial. El agua, que brota a 28º, pero que está a 24º por la pérdida de calor del espacio, contrasta con la calidez de la terma romana, y sirve para reactivar el organismo y renovar las energías. Rodeada de paredes forradas de azulejos, con el suelo compuesto de cantos rodados de pequeño tamaño, sumergirte en sus aguas y dar unas cuantas brazadas, lentas, en penumbra, escuchando apenas tu respiración, resultó una experiencia gratificante y vivificadora, que nos preparó para el posterior almuerzo.

Tampoco hay que olvidar otros atractivos, como la piscina exterior, que aún no estaba abierta al uso esta temporada, o el paseo repleto de hortensias y glicinias que lleva desde el balneario hasta el hotel Aqualange.

En definitiva, y volviendo a lo apuntado al principio, un auténtico descubrimiento, que recomiendo a todos aquellos que aún no las conozcan. Entre ellos, por supuesto, a los muchos catalanes aficionados al termalismo y a los muchos extremeños que, residiendo en Catalunya, desconocen este pequeño, coqueto y encantador enclave: las Termas de Alange, un redescubierto Patrimonio Mundial en el corazón de la provincia de Badajoz.

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