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Adolfo Marroquín

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Europa y el Agua

En un artículo anterior “Planeta Tierra y el Agua ”,  comentábamos la situación de los recursos hídricos en el planeta Tierra, globalmente considerado, así como las previsiones de futuro a la vista de los resultados obtenidos de los modelos climáticos, habida cuenta del cambio climático en que estamos inmersos.

Pasando ahora de la escala planetaria a la continental, si nos centramos en los resultados referidos a Europa, el cambio climático amplificará las diferencias entre las naciones que componen el continente, e incluso entre las regiones que componen cada nación, con valores muy diferentes de los recursos hídricos disponibles y, como consecuencia, de los bienes naturales. Entre los impactos negativos, habrá un mayor riesgo de precipitaciones muy intensas, con crecidas repentinas, en regiones interiores, así como una mayor frecuencia de inundaciones costeras y una mayor erosión, debido por una parte a una creciente ocurrencia de fuertes tormentas y por otra a un aumento de nivel del mar, que harán más peligrosos los temporales marítimos.

En las áreas montañosas habrá una retracción de los glaciares, una disminución de la cubierta de nieve y por tanto del turismo invernal. En el sur de Europa, el cambio climático agravará las condiciones existentes de altas temperaturas y sequías, en una región ya de por sí vulnerable a la variabilidad climática, lo que reducirá la disponibilidad de agua, el potencial hidroeléctrico, el turismo estival, y el rendimiento de los cultivos en general.

Un reciente informe de la Agencia Europea de Medio Ambiente (AEMA) plantea que Europa debe redoblar esfuerzos para hacer un uso más eficiente del agua y evitar que su economía se vea afectada. El uso ineficaz del agua tiene efectos negativos en los recursos hídricos de Europa; en la actualidad, la presión sobre dichos recursos está aumentando en muchas zonas del continente, y la situación tenderá a empeorar con el tiempo.

 

 

Gran parte del sur de Europa, sobre todo España, parte de Portugal y Francia e Italia padecen ya elevados niveles de estrés hídrico, como consecuencia de la escasez e irregularidad de las precipitaciones registradas en esas áreas. Cada vez con mayor frecuencia, algunas zonas del continente tienen que competir por la obtención de recursos hídricos, llegando incluso a imponer a sus ciudadanos restricciones al acceso y uso del agua. En la Unión Europea (UE), una cuarta parte del agua que proviene del medio natural se destina al sector agrícola, aunque este porcentaje es mucho mayor en la Europa meridional, donde puede alcanzar el 80%. Alrededor de la quinta parte del agua va a la red de abastecimiento público, de la que más de una cuarta parte acaba en las cisternas de los inodoros. Al mismo tiempo, las instalaciones hidroeléctricas modifican la estructura natural y el caudal de los ríos y lagos, afectando negativamente a los ecosistemas.

La agricultura es un sector en el que se podría mejorar fácilmente el uso eficiente de los recursos, ya que en el riego de cosechas se desaprovechan grandes cantidades de agua. Algunas estimaciones apuntan a que se podría ahorrar casi la cuarta parte del agua extraída para el riego en Europa, con sólo cambiar el tipo de conducciones o los canales de riego utilizados, junto con las tareas adecuadas de mantenimiento y conservación. También sería necesario mejorar las redes de abastecimiento público de agua, ya que en algunos de los estados miembros de la UE se pierde en los conductos hasta un 50 % del agua potable.

 

 

Según un reciente informe de la citada Agencia Europea de Medio Ambiente (AEMA), algunos de los efectos del cambio climático mundial, que ya se observan en Europa o que se anuncian para las próximas décadas, a medida que aumentan las temperaturas globales, serán las tormentas, inundaciones, sequías y otras condiciones meteorológicas extremas cada vez más frecuentes. Se prevé un incremento de las precipitaciones en el norte de Europa, y un clima claramente más seco en el sur, lo que podría ser una seria amenaza para la agricultura en algunas zonas. Se producirán olas de calor cada vez más frecuentes e intensas, lo que suponen un grave riesgo para la salud de las personas de edad avanzada y para las más débiles.

Todo indica que la mayor parte del calentamiento global de los últimos 50 años ha sido causada por actividades humanas, en particular por las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI), como el dióxido de carbono (CO2) procedente de la quema de combustibles fósiles.

La concentración de CO2, el principal gas de efecto invernadero, en la baja atmósfera, se encuentra hoy en su valor más alto desde hace por lo menos 420.000 años, quizá incluso desde hace 20 millones de años, y es un 34 % más alto que el nivel anterior a la Revolución Industrial, y el aumento se ha acelerado desde 1950 y continúa creciendo.

 

 

Europa se calienta más rápidamente que la media mundial. La temperatura en Europa se ha elevado una media de 1 °C en los últimos cien años y para este siglo XXI se prevé un incremento adicional de entre 2 a 6 °C, ya que las emisiones de gases de efecto invernadero siguen aumentando.

Como puede apreciarse en una imagen (que adjuntamos más adelante), tomada hace apenas unos pocos meses desde un satélite, los desiertos son nuestros vecinos más cercanos por el sur, y avanzan hacia Europa. El proceso de desertificación, por el que un suelo sano y productivo es privado de nutrición hasta el punto de que no puede sostener la vida, es uno de los problemas que amenazan a los suelos de Europa.

La Convención de las Naciones Unidas para la Lucha contra la Desertificación, (UNCCD, de sus siglas en inglés), define la desertificación como: “La degradación de las tierras en las zonas áridas y semiáridas, resultante de diversos factores tales como las variaciones climáticas y las actividades humanas”.

Las condiciones naturales de aridez, variabilidad  temporal, el carácter torrencial de las lluvias, y la vulnerabilidad del suelo, junto con la larga historia de presiones humanas pasadas y presentes, hacen que grandes extensiones del sur de Europa se estén viendo afectadas por la desertificación. En el sur, el centro y el este de Europa, el 8 % del territorio, alrededor de 14 millones de hectáreas de suelo europeo, presenta actualmente alta sensibilidad a la desertificación. Esta cifra asciende a 40 millones de hectáreas si se tiene en cuenta también la superficie de sensibilidad moderada, siendo los países europeos más afectados ya y más amenazados para el futuro en buena parte de sus territorios, son: España, Portugal, Francia, Grecia e Italia.

 

 

Como consideraciones finales podemos decir que si bien los cambios globales forman parte de la dinámica natural de nuestro planeta, en la actualidad, el hombre está acelerando esos cambios, que están teniendo lugar en plazos temporales que nunca antes ha sufrido la naturaleza; de forma que si bien la biosfera a través de la historia ha desarrollado mecanismos de adaptación naturales como respuesta a estos cambios; sin embargo, en la actualidad y en el futuro cercano estos son y serán demasiado rápidos y bruscos, por lo que difícilmente los ecosistemas y las especies se adaptarán a esa velocidad.

Según las predicciones, los efectos de estos cambios sobre la biosfera pueden ir de leves o moderados a catastróficos, por lo que es importante la implementación de medidas y políticas reguladoras para minimizar la componente de las actividades humanas en estos cambios.

Ciertamente la comunidad científica poco puede hacer, por sí misma, para disminuir de forma directa el efecto de la actividad humana sobre el cambio global, ya que están involucrados enormes intereses económicos y políticos; pero sí que tiene la responsabilidad, ante la sociedad de la que forma parte, de señalarlo, evaluarlo y poner a disposición de los responsables últimos, es decir de los dirigentes políticos, las opciones (escenarios) y sus respectivas consecuencias.

Adolfo Marroquín Santoña

Noticias y comentarios sobre temas científicos

Sobre el autor

Adolfo Marroquín, Doctor en Física, Geofísico, Ingeniero Técnico Industrial, Meteorólogo, Climatólogo, y desde 1965 huésped de Extremadura, una tierra magnífica, cuna y hogar de gente fantástica, donde he enseñado y he aprendido muchas cosas, he publicado numerosos artículos, impartido conferencias y dado clases a alumnos de todo tipo y nivel, desde el bachillerato hasta el doctorado. Desde este blog, trataré de contar curiosidades científicas, sobre el clima y sus cambios, la naturaleza, el medio ambiente, etc., de la forma más fácil y clara que me sea posible.


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