Como persona que estudió Ingeniería Informática a principios de los 2000, tuve la suerte de poder presenciar el estallido del software libre. Recuerdo con cariño los ciclos de conferencias que organizaba la facultad de Informática de Ciudad Real, eran todos los jueves a eso de las 12h con ponentes bastante dispares. A menudo eran gerentes de empresas de software perfectamente trajeados, que nos contaban las bondades de su gran compañía y trataban de ficharnos para la misma incluso antes de terminar los estudios, mientras que otras tantas eran personas con camisetas, pelos largos y aspecto un poco desaseado (vamos, la imagen de un militante de Podemos que quiere vender la prensa arrojadiza) que nos explicaban lo que era el software libre en unos términos que más que una tendencia de programación, daba la sensación que buscaban iniciarnos en una nueva forma de vida. Que tiempos aquellos.

El software libre no es software gratis. El software gratis es únicamente el software que no cuesta dinero alguno adquirirlo, sin embargo, el software libre es aquel que respeta la libertad de los usuarios sobre el producto que han adquirido. Una vez obtenido por el coste o condiciones específicas que el mismo especifique, el usuario tiene libertad de:

Utilización: puede emplear el software con el fin que se desee.
Estudio: el software libre permite acceder a su código de programación, sus entrañas, conociendo de primera mano como se ha llevado a cabo.
Mejora: apoyado en sus conocimientos informáticos, un usuario podrá modificarlo y adaptarlo a sus necesidades.
Distribución: facilitárselo a otros usuarios, siempre que no haya ánimo de lucro. Así como aprovecharse de las mejoras que otro usuario desarrolle y distribuya.

Sin duda, la diferenciación entre software libre y software gratis costó mucho entenderla en su momento, en gran parte por la ambigüedad de la palabra inglesa “free”, que traducida al castellano significa tanto libre como gratis. No obstante, la evolución de la filosofía software libre hacia el licenciamiento Creative Commons, supuso sobre todo un gran avance operativo, permitiendo asociar este tipo de licenciamiento a millones de escritos, canciones, fotografías, películas, blogs… y prácticamente cualquier tipo de creación potencialmente licenciable. Permitiendo al autor autorizar libremente su obra para utilización, distribución, mejora… por lo general, siempre que no haya ánimo de lucro.

Alineando estas ideas con las actuales políticas educativas de nuestro país, podemos hacer un fácil símil con los conceptos de libre y gratis. Si nos fijamos hacia donde se están volcando los esfuerzos (y presupuestos) para mejorar la realidad educativa, rápidamente se comprueba que el modelo de nuestro Sistema Educativo está más cercano hacia la palabra GRATIS que hacia la palabra LIBRE.
La voz popular da por hecho que el camino a seguir para mejorar la Educación es gastarinvertir más dinero en la misma. Dinero para ayudas comedor, transporte escolar, libros de texto, contratación de profesorado y demás ampliaciones de la propia estructura del sistema, ampliaciones “de músculo”.
Muchos de los pactos políticos que hemos vivido recientemente, han estado enfocados únicamente hacia este tipo de inversiones, nunca hacia la necesaria evolución de los protocolos internos del Sistema Educativo. Unos protocolos internos que a menudo están anulando en exceso la libertad de actuación del docente, acotando su campo de acción hacia la aplicación de currículos, la configuración a ciegas de programaciones o la calendarización estática de evaluaciones. En resumen, limitando la libertad de uno de los agentes más importantes de la comunidad educativa como es el docente.

Un modelo de Educación libre tendría que incluir muchos aspectos y procedimientos, no obstante, dotando de mayor autonomía a los centros educativos se podrían cubrir una gran mayoría de ellos. Evolucionando didácticamente las premisas del software libre (utilización, estudio, mejora y distribución) con el fin de alcanzar un escenario pedagógico más modelable y adaptativo a la realidad de cada centro educativo e, incluso, al día a día de cada alumno.
Por el bien de todos, nuestro Sistema Educativo debe dejar de concebirse como un software privativo, el cual el Gobierno “subvenciona” adquiriendo el mayor número de licencias del mismo para sus usuarios. Hemos de tender hacia una concepción más cercana al framework, donde un docente partiría de un ya estudiado y trabajado modelo, pero que a su vez dispondría de una serie de herramientas para mejorarlo, acorde a las necesidades que él mismo detecte. Esto sin duda incrementaría su involucración y voz dentro del Sistema Educativo y sería un pilar más que necesario para alcanzar el éxito. Da mihi animas, caetera tolle.