“Cuando se calla a Dios para que no moleste”
Un deseo sin fundamento. Este podría ser el título de la última felicitación que he recibido en estos días que no sé si llamar navideños, porque podría “ofender a alguien”. Aunque si no puedo llamarlos así, me pregunto por qué me felicitan, si de algún modo me están diciendo que me calle a mi Dios, o al menos que no lo nombre, y lo quede en lo íntimo de mi subjetividad porque con mi fe y mis sentimientos puedo herir a quien no los tiene.
Felicidad y prosperidad, en manos del “Fatum”
Me felicitan por lo que amo, pero tengo que ocultarlo o silenciarlo. El texto es directo: Felices fiestas y próspero Año Nuevo. No puedo menos que preguntarme sobre las fiestas y sobre el fundamento de la prosperidad deseada en esta felicitación. Ciertamente vale para todos, sin incluir a nadie, a no ser a todos los que pueden permitirse el consumo, el estar con su familia -sin parados a la vista- y a los que hayan jugado a la lotería, entre los cuales me incluyo. No sé si es bueno dejar la felicidad y la prosperidad en manos del destino –fatum- sin más fundamento, yo vivo en otro marco de referencia que es el del proyecto, con punto de partida y de llegada, con historia y finalidad, y a ello me agarro para quererme y querer a los demás, para decir sí a la vida y desear la construcción de un año que tenga fuerza y gracia.
Feliz Navidad y buen descanso
Por eso queridas autoridades, le agradezco –en medio de la que está cayendo- sus deseos sin fundamento, pero yo quiero celebrar la “Navidad”, sin poner mi vida en manos de un destino ciego y anónimo aunque se prometa próspero.
Yo les deseo Feliz Navidad con pocas palabras y de corazón, y agradezco su felicitación aunque sea muda:
Ayer en la parroquia de Guadalupe en Badajoz:
Feliz navidad sin palabras, sólo un texto y un signo:
“Esta es la señal, encontraréis un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre” (EV. Lucas)