24 de Diciembre, Granja de Torrehermosa, el fuego en la noche aviva sentimientos, calienta el corazón, alegra el alma y abre nuestras entrañas a La Luz que vence la oscuridad. El pueblo sigue esperando lo nuevo y arrojando al fuego lo inútil y falso de la vida, aquello que se apolilla y se carcome frente a lo auténtico del amor sencillo y puro. Y reconozco al fondo la casa de la tía Piedad y el tío Antonio, donde entrabas con respeto y te acogían con cariño, donde se rezaba a Dios y se confíaba en él. Una de las casas más antiguas, de las primeras… de las que son del pueblo y el pueblo de ellas. Y ante ella la luz de la navidad, la de los jóvenes del pueblo que siguen queriendo hacer el fuego más grande, la candela más luminosa, reivindicando que la vida nace de lo que rompe, del surco abierto, de la semilla enterrada, del tronco quemado para ser calor y dar luz.
Recogemos el sentimiento de todos los que fueron y ardieron en llamas de vida y de entrega para nuestra generación, los que nos hicieron arder en vida a nosotros y nos enseñaron que el fuego y el amor sólo lo son, si arden en favor de otros para que no falte la luz ni el calor a los amados. Aquí estamos ahora contemplando el fuego de los jóvenes que viene con fuerza y sube a lo alto, con una impulsividad no contenida, y lo hacemos desde las ascuas encendidas de nuestros amores, que son recuerdos a la vez que entrega a los que vienen, porque nuestro oficio ya no es otro que ser ascuas entre dos fuegos, los que se fueron, dándose, y aquellós que ahora comienzan y quieren arder con el calor recibido de nosotros.
Así lo sentimos todos aquellos que de niños juntamos leña, hicimos hachones, levantamos las llamas por las calles en nuestra infancia, los que ahora hemos vuelto a rejuntarnos con el calor del frio internet y al unir nuetras brasas -fundidas de recuerdos cariñosos- hemos vuelto a sentirnos fuego y a desear vovler arder, pisar juntos nuestras calles y avivarlas, sabiendo, que ya los que nos queda es ser buenas brasas encendidas, rescoldos de luz y de sabiduría, tras haber peregrinado y volver como hijos pródigos de un amor sencillo y duradero, que sabe deshacerse y quemar lo que se pasa, para quedarse con aquello que perdura: la verdad y la vida, que sólo arden en la entrega y que ahí nunca se apagan, porque solo el amor es más fuerte que la muerte, y solo su llama es realmente viva. Así lo deseamos.. y deseamos en esta noche luminosa y santa que no nos falte nunca la llama de amor viva que cantaban nuestros místicos.