Volver a encontrarse
Lo hacemos siempre que podemos, nos encontramos y compartimos mesa y conversación, siempre con alegría, risas, bromas, con profundidad y reflexión actualizada de lo humano y lo divino de nuestras propias historias y de lo que vamos viviendo en el día a día de nuestro ser y hacer ministerial. Hicimos camino juntos en el seminario mayor, siete años de estudios y de formación humana y espiritual de cara a un futuro ministerial en la iglesia, con el deseo de ser sacerdotes para el pueblo. En 1981 dimos el paso disponiéndonos a la ordenación sacerdotal, queríamos vivir nuestra vida siendo de Dios para los hombres, en medio de nuestros pueblos, en nuestra tierra extremeña, aunque alguno actualmente está en Perú enviado por nuestra diócesis. Son ya treinta y siete años de camino, y como he dicho en alguna ocasión desde mí mismo, hemos entrado ya en el último tercio y nos queda para gastar el último cuarto. Los sacerdotes solemos estar en activo con responsabilidad hasta los setenta y cinco años y nosotros ya andamos todos por encima de los sesenta, por eso hablo de los últimos cuartos.
Manuel Calvino, anfitrión de lujo
Hoy, ha sido Manolo Calvino el compañero que nos ha acogido en su pueblo, Oliva de la Frontera, en su casa. Hemos paseado, visitado su templo y su buen portal de belén, así como el convento de las hermanas de la cruz que tienen montado también un belén de gloria navideña y angélica, con la música viva de los canarios del párroco video belén. Hemos tomado un buen vino del pueblo y un pestorejo preparado en las brasas de un bar vecino. Pero sobre todo hemos sentido la cercanía y la familiaridad de este compañero con todas las personas que nos hemos ido encontrando, un sacerdote encarnado que vive ilusionado en su comunidad y que siente como propio la vida de la gente y la historia del pueblo. Un cura preocupado por todos sus compañeros, por eso el arzobispo ha pensado en él para ser delegado diocesano del clero y pueda acompañar y animar a los sacerdotes. Hoy nos ha preparado una mesa de fraternidad con lo mejor de su casa y de su pueblo. Hemos estado como una familia recordando, analizando, cantando, compartiendo, profundizando. Es un lujo poder encontrarnos dos o tres ocasiones al año y actualizar nuestras informaciones y comunicación personal y grupal.
Nos une la vida
Hay algo que nos une de verdad, algunos le llaman la unidad ontológica del ministerio, para nosotros es camino de vida compartido desde la juventud más temprana, deseo de ser auténticos, disponibilidad para ser fecundos, sentimiento de compañeros sin envidias ni etiquetas que nos separen, aunque sabemos reírnos unos con otros hasta las carcajadas, conscientes de que somos muy distintos. Ninguno somos rico, hemos atesorado muy poco, sin necesitar nada, con una salud buena hasta ahora gracias a Dios. Tampoco podemos diferenciarnos mucho en el currículum, hasta podemos ironizar agradablemente con los cargos o títulos que tenemos o hemos podido tener en nuestra historia, nos une la alegría de mantenernos en el tajo, de poder estar todavía con el deseo de avanzar, renovarnos, y recrear nuestro ministerio para ser fieles a lo divino y a lo humano. No está en nuestro horizonte tener seguridad, pero sí mantenernos en pie y, a ser posible, no ser obstáculo para que la iglesia siga sirviendo y regenerándose. Nos damos cuenta de lo que ocurre en el mundo y en el ámbito eclesial, sabemos de casusas y razones, no nos sentimos fuera ni de la sociedad ni de lo eclesiástico, nos gusta el momento que estamos viviendo reconociendo sus dificultades y retos, pero deseamos de corazón un vino nuevo para los odres nuevos de lo humano y lo social, y estamos dispuesto a pisar las uvas en el lagar de nuestras propias personas e historias, para seguir convirtiéndonos desde el deseo de ser buen pan para el pueblo. Hoy nos hemos vuelto a animar, desde el gozo de encontrarnos como personas y como compañeros en el sacerdocio.
¡ Vivan los curas del 81, seguimos adelante¡