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Tkachenko jugó en el Logroñés

Vladimir Tkachenko, junto a Corbalán, en un partido con la URSS contra el Real Madrid./ Vladimir Tkachenko, junto a Corbalán, en un partido con la URSS contra el Real Madrid.
Vladimir Tkachenko, junto a Corbalán, en un partido con la URSS contra el Real Madrid.

Vladimir Tkachenko, junto a Corbalán, en un partido con la URSS contra España.

¿Se acuerdan de Vladimir Tkachenko, aquel gigante y bigotudo pívot de 2,21 y más de 140 kilos de la temible Unión Soviética de finales de los 70 y la década de los 80?
Su enormidad daba miedo sobre la pista y causaba pavor entre los niños fuera de ella. Frente al estilismo y la clase del joven Arvydas Sabonis en el Zalgiris de Kaunas, el CSKA de Moscú presentaba la corpulencia y los movimientos toscos pero contundentes de su mole ucraniana.
Pues Tkachenko también jugó en el Club Deportivo Logroñés. Más concretamente en las categorías inferiores del club blanquirrojo hace ya unos cuantos lustros.
Fue en un partido entre el equipo de la Peña Logroñesa del Athletic Club de Bilbao y el Logroñés, de una categoría que podía ser infantil (perdón por mi mala memoria) y en un seco y duro campo de tierra del conjunto peñista.
Con el marcador claramente a favor de los visitantes, el Logroñés se disponía a lanzar un saque de esquina. En busca de un remate de cabeza, se dirigió al corazón del área un lateral zurdo alto y grande, torpón en el regate pero de buen disparo con su pierna izquierda. En cuanto entró en terreno peligroso para los defensores, el capitán del equipo defensor gritó ‘¡Coged a Tachenko!’. En ese momento se acabó la trayectoria futbolística del aquel jugador de escaso futuro con el esférico en los pies y comenzó su carrera baloncestística. Hubo algún partido más hasta que acabó la temporada, pero la decisión ya estaba tomada desde aquel córner que, por cierto, no remató (¿o sí?).
A estas alturas, ya se habrán podido imaginar que el Tachenko (que era como españolizamos el apellido y la grafía que luego asumiría, ya en el siglo XXI, un conocido grupo indie zaragozano) que jugaba en ese Logroñés que se enfrentó al Athletic Logroño (creo que se llamaba así el equipo) es el mismo que está contando esta historia.
Mira que me habrán dicho cosas y habré oído frases ingeniosas, ofensivas o malsonantes sobre un campo de fútbol o sobre una cancha de baloncesto, pero eso de ‘¡Coged a Tachenko!’ la tengo marcada en mi memoria. No es que yo tuviera el mostacho del pívot soviéticos (si acaso, esa pelusilla incómoda de crío prepúber) pero, a los ojos de aquel jugador que recuerdo pequeño y movido lo que se le venía encima era algo parecido al gran Vladimir. De hecho, el chaval creo que se llamaba David (y no lo digo para que me cuadre esta comparación tan fácil como evidente) y que me vio como su Goliat.
Pero, esta vez, la historia no tuvo el mismo resultado que el relato bíblico ya que la considero como una victoria mía, del gigante. El fútbol perdió a un mal jugador y el baloncesto ganó un entregado aficionado. Y desde entonces, además, le tengo un cariño especial a esa torre, tan enorme como noble sobre la pista.

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