La crisis acaba de cumplir cinco años. Y a estas alturas de la catastrófica película pocos ponen en duda que la especulación financiera, facilitada por la falta de controles, y la expansión del crédito son sus principales causas. La primera aumentó de forma exponencial las desigualdades sociales y la segunda fue la respuesta política neoliberal para intentar paliarlas. ¡Que los pobres coman crédito!, era la consigna para que siguieran consumiendo. Hasta que el cántaro de leche hizo crash.

Mientras tratan de recomponer el cántaro y rellenarlo, chupando de las exprimidas ubres públicas y de la central lechera del BCE, los bancos mantienen cerrado el grifo del crédito a las clases medias y bajas, incluidos autónomos y pymes, lo que está agravando la recesión. En cambio, los especuladores siguen campando a sus anchas pues no se les ha puesto coto, fuera de medidas temporales como la prohibición, durante tres meses, de las ventas bursátiles en corto, esas con las que el inversor gana si la acción baja.

Sin embargo, los más capitalistas de los capitalistas, esos golfos apandadores de cuello blanco, siempre encuentran los resquicios que deja la falta de regulación para abusar del sistema que dicen defender y hacer caja, que luego ya vendrán los justos a pagar por sus pecados. Les sobran instrumentos, algunos no los comprende ni Botín. Ya saben: el conocimiento es poder, será por eso que se está aprovechando la crisis para dificultar el acceso de la plebe a una educación de calidad.

Por contra, el pobrecito emprendedor o el currela tienen carísimo conseguir un préstamo: el banco les cobrará un riñón como interés, amén de que prácticamente deberán demostrar que no lo necesitan para que se lo den. Con su crédito, el emprendedor montaría un negocio y el currela se compraría un coche o se iría de vacaciones. Contribuirían así a reactivar la economía real, la productiva, la que crea empleo, y las arcas públicas también se beneficiarían con lo que ingresarían vía impuestos y cotizaciones sociales. Pero se sigue primando la economía financiera (virtual) sobre la real.

El nobel James Tobin es famoso por proponer una tasa para limitar las transacciones financieras, con el fin de limitar la especulación y el poder excesivo de los mercados. Con la crisis, su propuesta ha ganado apoyo, sobre todo en Europa, pero, de momento, no se ha puesto en práctica. Entretanto, como ya sospechaba Tobin a mitad de los 80, “estamos tirando cada vez más recursos en actividades financieras lejanas de la producción de bienes y servicios, que generan altas retribuciones particulares, desproporcionadas con relación a su productividad social” y “se está utilizando el inmenso poder de la informática para esta economía de papel”, para “inflar la cantidad y variedad de los intercambios financieros”, facilitándose “una especulación de enésimo grado, con poca visión de futuro e ineficiente”. Tobin creía que Keynes tenía razón al sugerir que “deberíamos proporcionar mayores elementos disuasorios contra la tendencia efímera de los instrumentos financieros, así como recompensas más elevadas para la inversión a largo plazo”. Pero nadie tiene bemoles para ponerle el cascabel al gato.

(Publicado en el diario HOY el 19/8/2012)