La mujer de César no sólo debe ser honrada, además debe parecerlo. Valga ese cuento también para César. Sin embargo, demasiados de nuestros césares y sus mujeres se quedan en la apariencia, y los hay que incluso parecen que no son trigo limpio. Esa es la impresión general de los españoles, para quienes, según el último barómetro del CIS, la corrupción es el problema más grave del país tras el paro.
Rajoy parece que no se ha hecho de oro con la política, pero también parece que le sobre más que le falte. Luis ‘el cabrón’, al parecer, ya se encargaba de que don Mariano fuera sobrado, como su padrino, don Josemari. Un juez ha dado la razón a ‘El País’ cuando publicó que el marido de la regidora de Madrid cobró sobresueldos del PP cuando ya era presidente del Gobierno. El cesáreo Aznar había demandado al diario por lo que tachaba de atentado contra su honor, que, visto lo visto, parece ser el de los Prizzi. A Rajoy, hasta ahora, no se le ha visto el cobre, aunque se le vislumbra. A su extesorero sí se le ha visto, y mucho, en Suiza. Ya saben: quien parte y reparte se queda con la mejor parte. Pero cuando Aznar repartía el bacalao, la Ley de Incompatibilidades vigente entonces prohibía a los ministros y al presidente recibir retribuciones dobles. Aunque, según Rubalcaba, en materia de incompatibilidades el que es un hacha es el titular de Agricultura y Medio Ambiente y cabeza de cartel de los populares en las elecciones europeas. Al diputado Arias Cañete le han sacado los colores por ocultar al Congreso las relaciones con la administración pública de una de sus empresas, Petrolífera Ducar, que no apuesta por las energías verdes, precisamente.
Sin embargo, contradiciendo a Platón, a quienes consideran que riqueza y política son compatibles. Es más, creen que mejor que el político sea rico, porque así no tiene necesidad de robar. ¡Ja! El ejemplo palmario es Berlusconi. Ya lo dice el refrán: quien más tiene, más quiere. Y ya lo decía un nazareno pobre de solemnidad: «Nadie puede servir a dos señores; porque o aborrecerá a uno y amará al otro, o se apegará a uno y despreciará al otro. No podéis servir a Dios y a las riquezas». Y quien dice Dios, dice pueblo. Pero en este mundo solo hay un dios, Mammón, y Rockefeller es su profeta y la banca su iglesia. Y cuando cayó el diluvio universal de la crisis, el dios del dinero se apresuró a salvar el arca de las finanzas y un único mandamiento nos dio: el que paga manda. Razón por la que los tribunos de la plebe solo rinden cuentas ante los patricios que les financian y no ante sus votantes. Para acabar con el vicio de pedir hay sabios que proponen la virtud de dar más: el director del Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, Benigno Pendás, aboga por la financiación pública de los partidos y por pagar mejor a los políticos. Ideal idea pero impopular y cuestionable. La tentación siempre vive arriba. Urdangarin y compañía son una prueba real.
Afortunadamente, aún hay honradas excepciones a la regla de oro que identifica poder con posesión, como el nepalí Koirala, el uruguayo Mujica y el iraní Rohani. Son los presidentes más pobres de la tierra. Son la encarnación del poder de los desposeídos, de «los destartalados» a los que reivindicó Elena Poniatowska al recoger el Premio Cervantes.
(Publicado en el diario HOY el 27/4/2014)