Desesperado por la sangría de votos que los sondeos pronostican a su partido, Rajoy se ha encomendado a la gran esperanza blanca de la derecha patria para retener la Villa y Corte. Según las encuestas que cocina el marido de la campeona de ‘Frozen’ del Congreso, Esperanza Aguirre roza la mayoría absoluta en el Ayuntamiento de Madrid. Por tanto, don Mariano ha tenido que aceptar, a regañadientes, que es la mejor candidata. Amigos, amigos; negocios aparte.
No obstante, el artero presidente, fiel a la táctica de ‘promoveatur ut removeatur’ que tan buenos resultados le ha dado (que se lo digan a Mayor Oreja, Rato o Ruiz-Gallardón), ha hecho un regalo envenenado a su vieja enemiga íntima: «Si sales elegida alcaldesa, dejas la presidencia del PP madrileño». Y si pierde también, porque ya no gozaría de crédito para seguir siendo la lideresa. Por ende, don Tancredo tendría las manos libres para colocar al frente de la principal baronía del reino a su gran apuesta y candidata a la presidencia de la Comunidad de Madrid, Cristina Cifuentes, a poco que consiga un resultado digno el 24 de mayo, lo que está por ver por mucho que maquille su discurso con carmín rojo. Sin embargo, Aguirre, la cólera de Dios, no parece dispuesta a claudicar así como así y ya ha amenazado con no ceder el mando en plaza si se estrella en las urnas.
La batalla decisiva de esta guerra de las dos gaviotas se dirimirá a final de año, cuando se celebren las elecciones generales. Si Rajoy se da un batacazo de aúpa y no logra conservar la Moncloa, tendrá que traspasar los trastos y cortarse la coleta. Entonces, no hay que descartar que Aguirre dé un paso al frente e intente de nuevo hacerse con el liderazgo de la cuadrilla popular, algo con lo que ya amagó sin éxito en 2008, cuando Paquito el chocolatero, el amigo de Correa y el ‘Bigotes’, abortó el motín al darle su respaldo condicional a don Mariano. En pago por este servicio, Rajoy se quemó la mano por el sátrapa levantisco, a quien la tuerta Justicia acabó haciéndole un traje a medida.
Aunque la condesa consorte de Bornos, grande de España y primera mujer en presidir la Comunidad de Madrid por la gracia de Tamayo y Sáez no deja de tirar piedras a propios y extraños, no está libre de pecado. Siempre ha tenido mucho ojo para elegir a ‘hombres de negocios’ como colaboradores y mucha cintura para sortear las responsabilidades políticas por los deslices de su personal de confianza: su número dos ha sido Francisco Granados, en la cárcel tras ser detenido por corrupción en la Operación Púnica; su delfín, Ignacio González, es investigado por la compra de un ático en Estepona; y su consejero de Deportes, Alberto López Viejo, está imputado por el caso Gürtel, en el que también están implicados alcaldes populares de municipios madrileños. De ahí que, cuando dejó la política sin dejarla, fuera contratada por una empresa cazatalentos catalana especializada en seleccionar directivos.
Aun así, esta diestra escapista sigue teniendo tirón electoral, sobre todo entre los nostálgicos del aznarismo. Es un animal político, en el maquiavélico sentido de la palabra. Como Monago, es un verso suelto en el PP, que no duda en tocar las gónadas al jefe en público para ganarse el aplauso de la plebe. Pero si el mayoral extremeño es el barón rojo, ella es la baronesa azul, la encarnación del Tea Party en España, tanto o más liberal que Ciudadanos, tanto o más nacional-católica que Vox y tanto o más populista que esos a los que llama «Podéis».
(Publicado en el diario HOY el 15/3/2015)