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Inmodestia y modestia

No hay día que no nos despertemos con fango en los ojos y el ánimo turbado. La culpa es de esos acaudalados ríos que se hincharon hasta hacerse grandes, pero que se volvieron turbulentos y enfangados y acabaron desbordándose, como el de la fábula que cita el filósofo David Hume en su ensayo ‘Del término medio en la vida’. Y la riada está ahogando a todo el país.

La lista de esos arrogantes ríos caídos en desgracia es ya tan larga como la de los reyes godos. Los últimos en incorporarse han sido la acalorada Rita ‘la gastaora’, alcaldesa de Valencia; el exministro de Defensa Ferico Trillo y su afluente, el histórico diputado del PP Vicente Martínez-Pujalte, ambos sospechosos de cobrar coimas de una constructora. ¡Manda huevos! Pero el Gran Danubio negro es Rodrigo Rato, el otrora todopoderoso milagrero que convirtió la economía española en un castillo de ladrillos y papel moneda mojado. El excapo del FMI ha sido puesto en la picota y quemado en la hoguera de las vanidades por quienes medraron a su sombra. Ya saben: no hay peor cuña que la de la misma madera. Ahora lo han utilizado de chivo expiatorio para demostrar que su simulacro de cruzada contra la corrupción no hace distingos entre amigos y enemigos. Ya saben: estamos en campaña electoral. La foto de su detención ya es suficiente condena para quien se consideraba el puto amo. Si algo caracteriza a don Rodrigo es su inmodestia. Esto me trae a la memoria otro ensayo de Hume: ‘De la inmodestia y la modestia’. En él, el sabio escocés concluye que «hacer que la sabiduría esté de acuerdo con la confianza es tan difícil como reconciliar al vicio y la modestia». Y para ilustrarlo echa mano de esta alegoría:

Júpiter puso a la Virtud, la Sabiduría y la Confianza juntas por un lado, y al Vicio, la Locura y la Inseguridad por otro. No habían ido muy lejos cuando la disensión se alzó entre ellas. La Sabiduría, que era la guía de uno de los tríos, estaba acostumbrada, antes de aventurarse por cualquier camino, a examinarlo con cuidado, a preguntar dónde llevaba y qué peligros y obstáculos podrían surgir. Estas deliberaciones demoraban la marcha, lo que desagradaba a la Confianza, la cual siempre tenía prisa y se inclinaba, sin prudencia ni reflexión, a tomar el primer sendero que encontraba. Sabiduría y Virtud eran inseparables, pero la Confianza un día las adelantó y no volvió a verlas jamás.

La otra sociedad también se separó. Como la Locura veía muy poco delante de ella, no podía decidir qué camino era preferible. Esta falta de resolución fue aumentada por la Inseguridad, quien, con sus dudas y escrúpulos, siempre retrasaba el viaje. Esto irritaba al Vicio, que se sacudió este freno a todos sus placeres y continuó con la Locura. La Confianza y la Inseguridad vagaron solas hasta que llegaron al mismo pueblo. La Confianza subió a la gran casa de la Riqueza, el señor de la villa, y entró en las habitaciones más interiores, donde halló al Vicio y la Locura y se unió a ellos. Fueron huéspedes frecuentes de la Riqueza y, desde entonces, inseparables. La Inseguridad, sin osar acercarse a la gran casa, aceptó la invitación de la Pobreza, un arrendatario; al entrar en su choza se topó con la Sabiduría y la Virtud, despreciadas por la Riqueza, y se asoció a ellas. Se volvió mucho más amistosa y atractiva y pasó a ser conocida como Modestia. La Confianza degeneró influida por el Vicio y la Locura tanto que adquirió el nombre de Inmodestia.

(Publicado en el diario el 26/4/2015)

blog personal del periodista Antonio Chacón Felipe

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