Ha comenzado la caza de brujas. Los McCarthy de la era digital han puesto a sus ratas a hurgar en los estercoleros de las redes sociales en busca de mierda que tirar a la cara a los cátaros rojos y a los nuevos Savonarola que amenazan con quemar en la hoguera de las vanidades a los depravados adoradores de Mammón.
Los farisaicos y aguerridos inquisidores ya han puesto en la picota a varios de esos pulcros marisabidillos neófitos en la cosa pública, que ha degenerado en casa pública. Estos bienintencionados hijos de la ira han pagado la novatada y están siendo dilapidados por los biempensantes hijos de la Arpía, una bruja Avería con nombre de virtud teologal, sin ninguna caridad y sin ninguna fe mariana.
El pecado de estos incautos herejes fue de palabra. Cuando no eran nadie, a algunos se les fue la boca, o mejor dicho, la mano, y ya se sabe que uno es esclavo de sus palabras y dueño de sus silencios. Decía Lenin: «La confianza es buena, el control es mejor». Bien lo saben los que tienden las redes sociales para pescar boquerones. Y ya se sabe, por la boca muere el pez. Es el caso de Guillermo Zapata, quien años atrás tuvo muy mal gusto para elegir ejemplos de humor negro y colgarlos en la ventana indiscreta de Twitter. Ahora que es alguien de revolucionario renombre, la máquina del fango ha aireado a los cuatro vientos sus vergüenzas marcadas con letras escarlatas.
A los maquinadores a sobresueldo de la casta no les importa el contexto, solo el texto. A no ser que el autor del texto sea el vocero del poder, como el diestro Pablo Casado; en ese caso no debemos sacar las cosas de contexto. Si la verdad es siempre revolucionaria, como también decía Lenin, la media verdad es siempre reaccionaria. La jugada les ha salido bien con Zapata, al que no le bastó con pedir perdón –eso solo les funciona al rey emérito y al presidente del Gobierno–, tuvo que renunciar a ser edil de Cultura de Madrid, aunque mantiene su acta de concejal. Pagó un alto precio por tener humor negro en vez de dinero negro. Por culpa del primero puede acabar sin palabras y con el segundo podría haber comprado el silencio. Mas si uno se va, se va del todo, no a medias. Eso es ponerse al nivel de la condesa de Bornos.
No obstante, Zapata y los suyos están siendo víctimas de su propio rasero, de haberse puesto el listón de la integridad moral muy alto. Sin embargo, los cínicos cazadores de brujas, que tienen ese listón por el subsuelo, no están dispuestos a elevarlo. Ellos tienen un doble pensar y un doble rasero. Por eso, están esperando que los Zapata y los de su elevada ralea tengan un resbalón para lanzarles un zarpazo que los baje de su nube y les haga pegarse de bruces contra los adoquines de la ‘real politik’, bajo los que no está la playa, sino las cloacas.
Ya lo advertía un maquiavélico Lenin: «Los hombres han sido siempre, en política, víctimas necias del engaño ajeno y propio, y lo seguirán siendo mientras no aprendan a descubrir detrás de todas las frases, declaraciones y promesas morales, religiosas, políticas y sociales, los intereses de una u otra clase».
No obstante, para descubrir esa falsedad no hace falta ser un falso y un cínico. Ryszard Kapuscinski creía que para ejercer el periodismo, ante todo, hay que ser buena persona, y, a mi juicio, también para ejercer la política, porque, como argumentaba el reportero polaco, «si se es una buena persona se puede intentar comprender a los demás, sus intenciones, su fe, sus intereses, sus dificultades, sus tragedias».
(Publicado en el diario HOY el 21/6/2015)