El bipartidismo se recupera al mismo ritmo lento que la economía, mientras las fuerzas emergentes pierden fuelle. Así se desprende del último barómetro del CIS. Por primera vez en cuatro años de gobierno, el PP aumenta sus apoyos y está en disposición de ganar las próximas elecciones generales con una ligera ventaja sobre el PSOE, que también gana adeptos. Eso sí, lejos aún de la mayoría absoluta, con lo que necesitaría el respaldo de su aliado natural, Ciudadanos. Precisamente, los populares están remontando a costa, sobre todo, del partido de Albert Rivera, que es el que más se ha desinflado desde abril. Seis de cada diez votantes recuperados por Rajoy y compañía proceden de C’s. Parece que los ‘naranjitos’ están pagando su bipolaridad. Eso de ir de regeneracionista y valer tanto para un roto socialista en la Andalucía de los ERE y un descosido popular en la Comunidad de Madrid de la Gürtel y la Púnica parece que no ha gustado a buena parte de su flamante hinchada, en especial, a los desencantados con el PP. Rajoy los está reencantando al calor de la renqueante reactivación económica, su principal baza electoral. Si el presidente saca al país de la crisis, una creciente bandada de gaviotas que emigraron de la gran casa del centro-derecha patrio ahuyentadas por su mal olor está dispuesta a regresar a ella y a perdonar los pecadillos veniales de los Bárcenas, Granados o Rato.

De resultas, ante el halagüeño panorama económico que pintan los oráculos, a don Mariano le interesa más que nunca retrasar la convocatoria electoral. Una vez más, le está funcionando su manida táctica de hacer el don Tancredo y esperar que el toro pase de largo. No obstante, esta táctica también está beneficiando a su enemigo íntimo, el PSOE, que, de la mano de un Pedro Sánchez reforzado por los éxitos relativos en las municipales y autonómicas, está remontando el vuelo y poniendo tierra de por medio con quien amenaza su hegemonía en la izquierda, Podemos. Este continúa un paulatino declinar desde que rozara el cielo el pasado enero, cuando llegó a ser la segunda fuerza en intención de voto. Entonces apareció el caso Monedero y todo fue a peor. Pablo Iglesias decidió entonces cortarse su mano siniestra, pero muerto el perro no se acabó la rabia. Los resultados del 24-M no han sido para tirar cohetes; sus mayores logros han sido allí donde ha formado un frente popular con otras fuerzas progresistas y, sin embargo, se resiste a repetir la fórmula cara a las generales. Esa soberbia, más su calculada ambigüedad programática, amén de su leninización organizativa, pareciéndose cada vez más a los partidos de siempre, pueden acabar pasándole factura en las urnas. También la claudicación ante la troika, una muerta muy viva, de Tsipras, el espejo en el que se mira Iglesias. El gaseoso experimento heleno ha acabado con la ilusión de más de uno y de dos soñadores que creían que el pueblo unido jamás será vencido. Se ha demostrado que para derrotarlo solo hace falta dinero; con él y sin él, el pueblo está perdido. Los griegos dijeron no, pero su héroe caído acabó rindiéndose ante el germánico cerco de Mammón y sometiéndose al imperio de la ley del más pudiente. De ello, los biempensantes sacan la lección de que más vale lo malo conocido que lo bueno por conocer, el medroso principio que sustenta el bipartidismo.

(Publicado en el diario HOY el 9/8/2015)