La guerra llama a las puertas de Occidente una vez más. No es nueva, es la misma tercera guerra mundial a pedazos, como dice el papa, que arrastramos desde que era fría y que se ha ido calentando a fuego lento como una olla a presión hasta que nos ha estallado en las narices al grito de «Alá es grande».
Para esta ocasión, la guerra se ha vestido de miope hombre de Estado y habla francés. Anda de capital en capital intentando reclutar a los líderes del mundo libre y menos libre para su cruzada contra el sarraceno, quien no la llama por su nombre de guerra sino ‘Yihad’.
La guerra aún no ha llamado a la Moncloa, pero se la espera, aunque don Tancredo no tiene prisa en recibirla, al menos, antes de las elecciones del 20 de diciembre, no vaya a ser que le agüe la fiesta.
Don Tancredo no quiere que le pase lo que le pasó hace 11 años, que se quedó compuesto y sin poltrona por culpa del ardor guerrero de su mentor, hoy enemigo íntimo.
Don Tancredo, fiel a su estatuario estilo, no quiere moverse un ápice hasta que pase el mihura de las urnas, no vaya a ser que se caiga con todo el equipo y salga en la foto de las Azores.
No ha querido ni salir en la foto del pacto antiyihadista, pese a que le puede dar un buen puñado de votos. En su lugar ha preferido mandar a su fiel escudero Jorge Fernández, aun a riesgo de que, como tantas veces, se le calentara la boca y hablara de más. Pero, no, el ministro del Amor se ha mostrado cauto y ha conseguido sumar fuerzas al pacto sin desvelar los planes de su jefe para cuando la guerra llame a su puerta.
¿Qué clase de pacto es este en que una parte y media impone y las otras acatan; una parte calla y las otras otorgan? No son razones de Estado las que llevan a todos los firmantes a respetar esta ‘omertà’, sino electoralistas, porque todos esperan sacar provecho en las urnas de la foto antiyihadista.
¡Ay!, pero apareció Margallo levantando la cresta y cantó antes de que se le negara tres veces. «Podemos adivinar», dijo, que Francia nos puede pedir apoyo en tres escenarios: intervención directa en las operaciones de bombardeo en Siria; apoyo logístico a las unidades que realizan esos ataques aéreos en el país árabe; y mayor protagonismo de los países europeos en el Sahel para que las tropas francesas puedan aligerar su importante despliegue militar en esa zona. En plata, o nos piden enviar más tropas a África o aviones o barcos a Siria.
Quizás lo sepamos el lunes 30, cuando don Tancredo se vea cara a cara con la guerra envuelta en la bandera tricolor en París. O quizás no, porque don Tancredo ya ha demostrado con creces que sabe hacerse tan bien el gallego como el sueco, como aquel paisano suyo de cuya muerte se cumplen 40 años.
A don Tancredo no le gusta dar la cara, porque teme que se la partan. Prefiere parapetarse detrás de una pantalla de plasma y enviar a sus oficiales a la vanguardia a combatir cuerpo a cuerpo con el enemigo. Para pelear contra los elementos de la oposición considera más bregada a su lugarteniente Soraya. Lo suyo es más el fútbol. De eso, no le importa debatir. El sigue a rajatabla la máxima de su paisano: «Usted haga como yo y no se meta en política».
(Publicado en el diario HOY el 29/11/2015)