Pese al crecimiento exponencial de internet, la televisión sigue siendo el medio de comunicación de masas por antonomasia. No hay casa sin esta ventana indiscreta. No hay arma de propaganda masiva más eficaz. De ahí que políticos de toda ralea se peguen por salir en ella en campaña electoral. En la actual, los principales candidatos han multiplicado sus apariciones televisivas como nunca se había visto, dado el alto porcentaje de votantes indecisos.
Si algo tiene la tele es que con su varita catódica todo lo convierte en espectáculo. Y en todo ‘show’ que se precie la forma está por encima del contenido; no es tan relevante lo que se muestra sino cómo se muestra. Lo importante es el marco (o la marca), no lo que se incluye en él (o ella). Lo explica de forma meridiana George Lakoff en ‘No pienses en un elefante’. Este lingüista avisa que esa idea de que los políticos deben decir la verdad se ha quedado anticuada; ahora se lleva infantilizar a los votantes y reemplazar el debate político por la contienda de los valores y las identidades.
Por eso, Rajoy, Sánchez, Rivera e Iglesias nos hablan como si fuéramos adolescentes y tienden a hablarnos cada vez más como a niños. Es la conclusión de un estudio publicado por el suplemento ‘Papel’ del diario El Mundo que aplica a sus discursos el test de Flesch-Kincaid, que mide la complejidad de los textos en función del número de palabras por frase y el número de sílabas por palabra.
El opúsculo de Lakoff es la nueva ‘biblia’ de los demócratas de EE UU, porque ayudó a Obama a ganar las elecciones en 2008. Mirándose en el espejo del líder del ‘mundo libre’, Podemos y Ciudadanos (y Mas en Cataluña) lo están haciendo mejor que PSOE y PP. El fin es llegar al corazón del votante-espectador antes que a su razón; seducirle antes que persuadirle.
La televisión promueve el conflicto, la gresca dialéctica, los vencedores y vencidos –la fórmula ‘Sálvame’, que transforma el plató en un circo romano, se ha extendido a programas políticos como ‘La Sexta Noche’–, amén de contribuir al «proceso de sentimentalización de la política», como lo ha bautizado el profesor de la Universidad San Pablo CEU Juan Carlos Jiménez.
Prueba de ello es el debate a cuatro emitido por Atresmedia. La mayoría coincide en que ganó Iglesias porque tuvo más pegada, fue más directo e impactante y más emotivo, especialmente en su alegato final. ¿Y qué medidas concretas de su programa explicó? Una o ninguna, lo que demuestra que no importó lo que dijo sino cómo lo dijo.
El mensaje es el medio, como sentenció McLuhan, quien también advirtió que somos lo que vemos y que formamos nuestras herramientas y luego estas nos forman.
En este sentido, el politólogo Giovanni Sartori defiende en su ensayo ‘Homo videns. La sociedad teledirigida’ que la televisión empobrece la capacidad de entendimiento y abstracción del Homo sapiens desde niño; empieza a ‘telever’ antes de aprender a leer y escribir. La tele nos ha devuelto a la caverna platónica: produce imágenes y anula los conceptos, las ideas.
En apoyo de esta tesis acaba de publicarse un estudio en la revista médica ‘JAMA Psychiatry’ que asocia ver televisión más de tres horas diarias y hacer poco ejercicio en la juventud con peores funciones cognitivas en la madurez.
En definitiva, la tele atonta y fabrica lo que Sartori llama «un proletariado intelectual» que vota con el corazón en un puño y las tripas en la otra mano.
(Publicado en el diario HOY el 13/12/2015)