¿Se fiarían del pastor al que prefieren los lobos? Pues eso hizo el Gobierno al colocar a Manuel Moix al frente de la Fiscalía Anticorrupción. Sí, el mismo Moix que ha dimitido tras destapar ‘Infolibre’ que comparte con sus hermanos una empresa en el paraíso fiscal de Panamá, pequeño detalle que, al parecer, ocultó a sus superiores, el fiscal general del Estado, José Manuel Maza, y el ministro de Justicia, Rafael Catalá. El mismo Moix al que el Congreso reprobó, junto a Catalá y Maza, por su injerencia en causas judiciales como ‘Lezo’. El mismo Moix que en dicho caso trató de frenar varios registros policiales y cuyo nombramiento fue anticipado tres meses antes de que se formalizara y calificado de «cojonudo» por el cabecilla de la trama, el aguador madrileño Ignacio González.
Con todo, su mentor no ve motivos para su cese. Es más, el tal Maza sostiene que «sería de justicia» que Moix continuara en el cargo porque no ha cometido «ilegalidad o irregularidad alguna». No está tan segura la Agencia Tributaria, que, según ‘Infolibre’, investiga si «pudo actuar con posible ánimo de elusión de impuestos». Cometiera o no delito, todas las asociaciones de fiscales, incluida la conservadora que apoyó su designación, exigieron la renuncia de Moix porque comprometía «la imagen de imparcialidad de la institución»; es decir, la mujer del César no solo debe ser honesta, sino también parecerlo. Tras la renuncia de su ahijado, Maza no tuvo empacho en afirmar que la Fiscalía debe ser independiente «de todos los poderes del Estado y otras instituciones». Y lo dice quien la ha convertido en el abogado del Ejecutivo. Hay que ser cínico.
Mas el de Rajoy no ha sido el único Gobierno que ha intentado mangonear a la Justicia. Sería injusto decir lo contrario. Todos lo han hecho. Alfonso Guerra llegó a sentenciar la muerte de Montesquieu, o sea, de la separación de poderes. Eran tiempos en los que el PSOE imponía el rodillo de su mayoría absoluta. Cuando esta anula el poder legislativo, solo queda el poder judicial como contrapeso al ejecutivo. Ahora que el Parlamento ha recuperado su papel fiscalizador del Gobierno, este trata de controlar la Justicia para escapar a todo control, como Thomas Hobbes manda. En el capítulo 29 del ‘Leviatán’, el filósofo absolutista inglés analiza las causas que, en su opinión, debilitan un Estado. Entre ellas cita la división de poderes y someter el poder soberano a las leyes civiles, lo que tacha de «error», pues «sitúa también sobre él, un juez, y un poder para castigarlo; ello equivale a hacer un nuevo soberano, y por la misma razón un tercero, para castigar al segundo, y así sucesivamente, sin tregua, hasta la confusión y disolución del Estado». Revivido Montesquieu, algunos han resucitado a Hobbes para rematarlo.
(Publicado en el diario HOY el domingo 4 de junio de 2017)