Vivir no es sólo existir,
sino existir y crear,
saber gozar y sufrir
y no dormir sin soñar.
Descansar, es empezar a morir.
Gregorio Marañón
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Una síntesis maravillosa de la vida.
Me atrevería a descubrir una máxima en ese desfiladero de versos: viajar. Porque viajar sin soñar es imposible. Viajar sin existir, otro tanto. Y viajar sin gozar, más todavía. Moraleja: es la premisa en una vida que no es la mía sino la de ustedes. No aprendan a vivir sin viajar.
Es ese gran sueño. Ese posible dentro de los imposibles. Presto de ilusiones. A reventar de gustos. Marcando la cuenta atrás de miles de calendarios. Deseoso de fotografías. Ansioso por inventar un equipaje. Lento hasta su llegada. Generoso en disfrute. Paseos sin prisa. El roce del viento en la piel. El sol atravesando la ropa. Hacer feliz al día. Hacer de ti, un remanso de paz.
Algo así como lo que decía Oscar Wilde: La belleza es muy superior al genio. No necesita explicación. Como tampoco necesita explicación lo que aquello anterior supone, ni lo que ahora viene a contarse aquí. Pura necesidad la de vivir en propia piel. Y por esta vez, no es otra que la belleza de Canarias. Un archipiélago atlántico que viene a atraparnos con tres de sus hermosuras: Gran Canaria, Lanzarote y Tenerife. Canarias porque se nos antoja enterna. Porque es puro espectáculo. Porque a ‘El Tragaluz’ no se le podía resistir. ¡Que comience el viaje!
Gran Canaria se desenvuelve en primer lugar. En pleno trópico de Cáncer, rodeada de Atlántico, Lanzarote y Tenerife de un lado y de otro, y segunda en población de todo el archipiélago. También en población se supera su capital: Las Palmas de Gran Canaria, respecto de sus vecinas. Nombre y apellido explosivo, aunque en el pasado tuvo otra denominación que se tradujo como ‘país de valientes’. Tal valentía tomamos nosotros para enfrentarnos a esta tierra del plátano y del tomate.
A nivel mundial, es el continente en miniatura, por la variedad paisajística que presenta. Enorme su riqueza natural, de numerosas playas de arena rubia y algunas únicas en el mundo. Un norte y un sur muy diferente: de norte escarpado, con acantilados; y de sur con llanuras litorales arenosas como las Dunas de Maspalomas. Además de playas, posee muchos parajes naturales que poco tienen que ver con el aire volcánico de zonas de costa. Esos parajes son, por ejemplo, el Parque Natural de La Isleta, el Jardín Botánico Canario Viera y Clavijo o el Parque Rural del Nublo, entre otros.
Aterrizas y la humedad es tuya. El primer paso es deshacerte de maletas y en una guagua dirigirte hacia tu hospedaje. Aquí van algunas pistas para sentirte como en casa. Lopesan Villa del Conde Resort & Corallium Thalasso, uno de esos complejos, que más que un hotel simula un pequeño pueblo canario en la zona de las Meloneras. Sheraton Salobre Golf Resort & Spa, rodeado por el paraje incomparable de Salobre, en el sur. Un espectáculo por hotel, para disfrutar de las aguas de Maspalomas. Best Western Plus Hotel Cantur, un hotel de estilo Boutique en Las Palmas de Gran Canaria, con acceso a la Playa de Las Canteras. Para terminar, en Playa del Inglés, encontrarás el hotel Barceló Margaritas, un grandísimo complejo que continúa en la línea de lo espectacular con lo que acostumbra sorprender la cadena hotelera.
Damos el pistoletazo de salida en Maspalomas, para después lanzar una flecha a Fataga. Ésta, es una población pequeña en forma de valle situada en el municipio de San Bartolomé de Tirajana, nuestra siguiente parada. Después de mil y una curvas en escasos 10 minutos, ahí lo tienes: de forma triangular, el municipio más grande de la isla. Y damos algunos pasos para llegar al pueblo de Artenara, en cuya visita es obligado ver el Roque Nublo: monumento considerado uno de los espacios naturales más emblemáticos de la isla, ubicado en el interior del Parque Rural del Nublo.
Un respiro. Las curvas esperan quietas en la carretera. En media hora estarás en Teror, uno de los municipios más antiguos del archipiélago. Los terorenses se sitúan en la zona norte, y aguardan la Basílica de Nuestra Señora del Pino, y una particular historia: la Villa se formó alrededor de un pino y desde éste se erigió el núcleo urbano, que hoy está en continua expansión. Arucas, a 30 minutos del destino final, protege un patrimonio histórico-artístico representado por la iglesia de San Juan Bautista, una casi-catedral. Una población asentada sobre un valle, y muy famoso su ron miel. Ya sí, el final está en Agaete, abandonando el interior, y haciéndonos eco de su belleza peculiar, nacida de la unión del mar y montaña que se entrelazan a lo largo de ocho kilómetros. Es una bienvenida al Océano Atlántico, con contraste de paisajes donde el mar y los verdes valles hacen de ti lo que quieran.
Seguimos el camino: Lanzarote. En verano o en invierno, en primavera o en otoño, eso da igual. La isla está lista todos los meses del año, capaz de ofrecer sol y buena temperatura en cada uno de ellos. No cierra el telón ni cierra las playas. De Playa Blanca (sur) a la Cueva de los Verdes y los Jameos del Agua (norte) junto al Mirador del Río, que abre las ventanas a la pequeña isla Graciosa. Rodeada de Atlántico y llena de lanzaroteños, con un recorrido de unos 200 kilómetros. Una pasada, o como se escucha por allí: ¡agüita mi niño!
Marca en tu mapa los siguientes lugares imprescindibles: El Mirador del Río, para ver las mejores vistas del archipiélago. La Cueva de los Verdes, una cavidad natural de lava de volcán, puede resultar una cueva más de tantas pero impresiona. Los Jameos del Agua, ese paraíso en pequeño e inigualable transformación de un tubo volcánico. El Jardín de Cactus que cuenta con más de 10.000 especies de cactus. No puede faltar la visita al Parque de Timanfaya, para poder ver de cerca un paisaje volcánico, de lo más representativo de la isla. La Casa Museo César Manrique, imprescindible. Y las Salinas del Janubio, Los Hervideros y el Charco de los Ciclos, o la también llamada Laguna Verde: vivir para creer.
Riquísimos paseos los que ofrecen Teguise, Haría (el pueblo de las mil palmeras), Arrecife (la capital), San Bartolomé, La Santa en Tinajo (meca del surf). Sin olvidarse de Puerto del Carmen, el más importante centro turístico; o Playa Blanca en Yaiza, con pequeñas calas y aguas cristalinas. Y también, apunten, la extensísima y llana playa de Famara.
Pero casi lo más importante viene ahora. ¿Dónde hospedarse? Una bonita opción es el Hotel Hesperia Lanzarote. En Puerto Calero, en una urbanización, muy cerca de Puerto del Carmen (sureste). De arquitectura desigual, toda blanca y con detalles en madera oscura. Acoge en su interior jardines de cactus y palmeras naturales, rodeando sus piscinas de aguas cristalinas desde donde poder ver el mar. Es, sin duda, una de las mejores formas de “estar sin estar” en Lanzarote. Boutique Hotel H10 White Suites, en Playa Blanca, un lugar que te dejará con la boca abierta, perfecto para estancias tranquilas.De un salto a su isla más extensa: Tenerife, la última del viaje. Su capital, Santa Cruz de Tenerife. Una isla volcánica en la que el invierno podría llamarse primavera gracias a sus deliciosos 23 grados de temperatura media. Un lugar en el que la gente es genuínamente amable y un pequeño paraíso donde hay tal variedad de entornos que creerás estar en mil sitios a la vez. Algo así sucede en el Parque Nacional del Teide, un inmenso espacio volcánico, de película, donde tendrás la sensación de haber viajado a otro mundo.
De 2.034 kilómetros cuadrados de extensión, que disfrutan de 3.000 horas de luz solar al año. Además, son casi 400 kilómetros de costa y cerca de 70 kilómetros de playa. Buena parte de su territorio son espacios protegidos. La comunicación con ella se hace fácil pues goza de dos aeropuertos, uno al norte y otro al sur, con conexiones con alrededor de 150 ciudades del mundo. Tinerfeños o chicharreros, harán de tu estancia una verdadera y auténtica.
La isla de los tesoros, y de seguro de sol. Una de tantas definiciones. No sólo playas de arena rubia o negra acompañan viajes y días de descanso; también bosque de Laurisilva, El Teide y escondrijos de naturaleza que habitan en todo su recorrido. Podrás admirar un mundo rural, de parques temáticos, de campos de golf, o practicar otros deportes, desde el submarinismo al senderismo. No te olvides de las noches de estrellas, y es que en Tenerife vivirás bajo uno de los cielos más claros y puros del planeta. Sin duda alguna, los tinerfeños dan lo mejor de sí.
Ese otro punto de la isla que te transportará a otro nivel es el Teide. El Parque Nacional es Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. Majestuoso, grandioso, sorprendente. De un paisaje a todo color, con una fuerza salvaje, en un entorno donde se eleva el pico más alto de España con 3.718 metros de altura. Puedes adentrarte en él por el norte y por el sur con el coche o en sus guaguas; pero además, un teleférico te “empuja” hasta casi su cima. Ahí arriba es aire puro, es liberación. Es y son muchas sensaciones. Además, podrás ver (si el día está claro) las restantes islas hermanas. El Teide es el vivo recuerdo de lo volcánico, y la demostración de que verdaderamente corre lava por las venas de todo Tenerife.
La otra cara de esta moneda es la naturaleza. Sus espacios naturales protegidos ocupan gran parte de la isla. Algunos como la Laurisilva, un frondoso bosque de aspecto de película, o el Acantilado de Los Gigantes, con puntos donde se alcanzan los 600 metros de altura. En este apartado, no cabe más que hacer senderismo y guiarte por los kilómetros imparables de lo verde y natural.
Encontramos tres opciones (de tantas) una de mayor categoría, para caprichos y ocasiones especiales: Vincci La Plantación del Sur, un servicio excelente como premisa, cinco piscinas y jardines tremendamente bien cuidados, estancia perfecta, con Spa y a 500 metros de la Playa del Duque. Por otro lado, Fañabe Costa Sur, hotel más próximo a la playa, en este caso, estupenda relación calidad-precio, una gran piscina, solárium y de decoración colorida y muy alegre. Y en Santa Cruz de Tenerife, muy céntrico y próximo al puerto está el Hotel Pelinor, en él se busca otro turismo más cultural y de ciudad, con un aire moderno y muy fresco a muy buen precio. Tres formas de disfrutar de la tierra tinerfeña.
Canarias, esa belleza que está, que existe, que resulta irreprochable, y que nadie puede olvidar…
Ya nos lo decía Jean Anouilh. Que la belleza es una de las pocas cosas que no dan lugar a duda.
Buen viaje.