Hace cuatro años que nadie la llama, que nadie viene a casa ni pregunta por ella. Cuatro años sin recibir la visita del cartero, sin acordarse del marido que la dejó viuda cuando era aún muchacha, sin saber nada de los cuatro hijos que nunca tuvo o de aquellos cuatro hermanos ya para siempre ausentes. Cuatro años sin sentirse agobiada por qué hará hoy de comer, por saber si lloverá o al fin podrá tender la colada que sacó de la lavadora hace tal día como hoy cuatro años. A nadie le importa, nadie la echa de menos. Será que nadie, ni siquiera ella, sabe que lleva cuatro años muerta.