Sigo sin entender en qué te he hecho tanto daño para merecer que me maltrates así. Cuando sentí en mitad del corazón tu puñalada, te rehuí presa de un rencor que incluso tú, tan canalla, comprenderías. Y sin embargo me convencí enseguida a mí mismo de quedarme, de olvidar las razones que justificarían abandonarte para siempre y buscar a alguien que sea capaz, si no de corresponderme, al menos de agradecer mi amor. No sabes cuánto lamento no poder decirte todo esto solo porque no sé expresarme en tu mismo lenguaje, solo porque no soy nada más, pero tampoco nada menos, que tu perro.