Los poceros avanzan con sus mochilas de exterminio. Las ratas ventean el peligro y huyen en desbandada. Todas menos un macho viejo que hace frente al jefe de los poceros. Los dos se miden en un duelo de comandantes. Hasta que una rata joven se acerca veloz por detrás con un trozo de madera entre los dientes y roza el hocico del viejo, que muerde el otro extremo sin dudarlo. La rata joven tira y el rato, atenazando el palo con los incisivos, se pierde en lo negro de la alcantarilla, confiado en que su joven compañera le ayudará a escapar por el camino que ya no pueden mostrarle sus ojos ciegos.