AYER, AL ACOSTARME, mi reloj inteligente mostró un emoticono que me guiñaba un ojo y me deseaba Buenas noches. «Cuánta gente, a lo largo y ancho de este primer mundo que disfraza su hastío de realidad virtual, estará recibiendo ahora el mismo falso saludo», me pregunté en voz alta (y, claro, me quedé sin aliento). Juré que averiguaría quién es el niñato superdotado que se está forrando con esta tonta manera de desearnos un buen descanso a millones de personas y a la vez a ninguna, como si fuéramos borregos. Amodorrado por el empeño, he pasado toda la noche navegando en internet sin pegar ojo. Buenos días.