LOABA LA TRADICIÓN con un fervor que solo su amor al dinero rebasaba. En mala hora supo –de un colega que le odiaba– que mío Cid, glorioso castellano campeador, luchó un tiempo junto al islam, contra la cruz cristiana. No le consoló saber que el de Vivar así obró por el mismo oro que él adoraba. Ido, se encaramó al edificio más alto de Extremadura (de Caja Badajoz la torre barragana) y, como un King Kong de provincias, intentó abatir a manotazos la amarga realidad histórica que hostigándolo revoloteaba. ¡Pero, coño, no le dio la locura por lanzar desde allí siquiera fuera un poco de su mucha pasta!