VELAMOS SU AGONÍA en el hospital sentados en una silla de garrote vil que solo se deja doblegar a cambio de cinco euros. Sin límite de tiempo, eso sí: son sillones humanitarios que te permiten reclinarte hasta que te levantas. Porque en cuanto lo haces, vuelven a su posición cartuja a la espera de que les caigan otros cinco pavos. Mi hermana y yo hemos dado con el truco: tumbarse el segundo antes de que el primero se levante. Un número (de circo). Él, desde su profundo agujero sin escaleras, ha entreabierto los ojos y ha disfrutado de la secuencia contorsionista. Ahora sonríe. Bendita silla cabrona.