ESTE PAYO NO QUIERE gitanos en su negocio. Dice que en su tanatorio él decreta quién llora y quién no la muerte de una madre, de un hermano, de un primo. Como si los gitanos fuéramos al local del payo por el gusto de tomarnos unos vinitos o tumbarnos a la bartola en una cheslón viscoelástica. El enterrador dice que los gitanos somos muchos y que lloramos nuestras penas demasiado alto para sus oídos de cristal. El pobre enterrador ni se imagina lo ridícula, lo equivocada y lo miserable que se ve su actitud desde donde yo estoy ahora, contemplando cómo penan por mí, en silencio, mis gitanitos.