ES COMO SI no tuviera nombre. O a lo mejor es que lo bautizaron con el apodo con que todos le conocen, un mote bochornoso que subraya su peculiaridad más risible, la de ser demasiado gordo. Quizá por eso no quiere salir de su escondite y enfrentarse a la multitud que le aguarda a las puertas. Quizá por eso se hace el remolón, incapaz de disfrutar de la alegría exuberante que su aparición provocará en algunos e ignorar la decepción de una mayoría ilusa. Por eso, porque sabe que no puede ser justo y agradar a todos, se resiste a salir. Aunque más tarde o más temprano acabará siendo expulsado del bombo.