¿Te acuerdas mamá?, hace más de 50 años aprendí una poesía en aquella escuela de “cagones” en Valencia que empezaba o terminaba así: “Mamita preciosa mi dulce embeleso deja que en tu cara deposite un beso” y ¿recuerdas también el cabezazo que te di cuando me tiré a depositarte el beso?.
Madre, te quiero. Pero permíteme que hoy, mientras te digo que te quiero, recuerde también a todas las madres, madres que como tú tienen sus corazones llenos de las marcas que sólo los hijos son capaces de trazar.
Te quiero madre y mientras lo escribo puedo sentir las infinitas veces que has estado y estás presente en mi como suave brisa que no se hace notar, tranquila y serena. Unas veces animando, otras consolando o corrigiendo, pero siempre guiando. Te quiero madre porque me has enseñado a querer, aunque aún hoy, con tantos años, no termino de aprender a hacerlo tan fluido como tú. Te quiero madre por lo que eres y tal y como eres. Te quiero por tus croquetas, por tu sentido del humor, porque me gusta ver el garbo que tienes fumando (“la abuela fuma” se chivan tus nietos). Te quiero madre porque no siendo perfecta me has enseñado a ser comprensivo con mis propios defectos y mucho más con los de los que me rodean. Te quiero porque tú que has vivido la parte más dura, ingrata o cruel de la vida, me has enseñado que vivir se vive mirando al frente.
Por eso y por tantas razones, por tantas lágrimas, por tantas risas, por tanta presencia, que alegría poder volver a decirte un año más: te quiero madre.