“Mira Carlos, estaba yo tan tranquilito y contento en casa cuando llegó mi hijo y empezó a decir, con muy malos modos, que tenía mucha hambre y que quería comer, yo con tranquilidad y tono suave le dije “espera un poco que ahora llega tu madre y comemos”, ¡Madre mía, cómo se puso! empezó a decir que qué asco, que porqué teníamos que esperar, que él no esperaba… y yo, un poco fastidiado ya, me dije vamos a tener la fiesta en paz pero el niño erre que erre, yo intentando tranquilizarme mientras que el modorro empieza a hacer rabiar al pequeño y ya descompuesto comienzo a pensar “como vuelva a decir que tiene hambre le meto con el cazo”. Y la yugular ingurgitándoseme (el cuello lo tenía ya como el de un cantaor flamenco). Así que cuando el niño entró por enésima vez por la puerta de la cocina, antes de que le diera tiempo a abrir la boca me puse… como los locos. Tuvimos una buena bronca y al final se me quitaron hasta las ganas de comer estuve el resto del día fastidiado y riñendo con todos… hartito…”
En el post anterior hablábamos de la importancia de reconocer nuestras emociones, hoy vamos a hablar de la compleja tarea de enseñar y aprender a regular nuestra conducta emocionada.
Nada como nuestra cabeza para descontrolarnos, uno está tan tranquilo y alguien viene y nos saca de quicio. Mejor dicho, está uno tan tranquilo, viene alguien más o menos “impertinente” y nosotros mismos empezamos a azuzarnos, a atizarnos, con pensamientos del tipo (“verás este, como me vuelva a decir, mira la cara que está poniendo, etc…) y os recuerdo que son nuestros pensamientos y no la conducta de los demás lo que nos descontrola.
No hay mejor disciplina que aprender a controlar la conducta. Si quieres que tu hijo sea disciplinado tendrás que enseñarle a auto controlarse y para ello necesita de padres que sean capaces de auto controlarse.
¿Qué hace falta para autocontrolarse?
1.- Ser consciente de que te estás alterando, identificando lo más pronto posible señales que nos lo indican. Os recuerdo que el proceso de irse alterando es paulatino pero la mayoría de las veces cuando nos queremos dar cuenta de que nos estamos alterando ya es tarde y no hay posibilidad de marcha atrás.
2.- Enseñar a los hijos modelos correctos de expresión emocional. Para ello lo mejor es utilizar un lenguaje con frases descriptivas de la conducta, como por ejemplo “Hijo ya sé que tienes hambre y que quieres comer y cuando se tiene hambre uno está más irritable. Pero vamos a esperar a tu madre”, es mucho más apropiado que utilizar frases que describan nuestro estado emocional descontrolado “y yo estoy harto de aguantar tus malos modos, todos los días igual, que ya no se qué hacer para contentarte, que hasta que no me ves gritando no paras, que sólo me entran ganas de coger la puerta…”(¿te suena esto?).
3.- La expresión emocional requiere, una y otra vez, utilizar pensamientos y palabras que guíen-controlen de forma correcta nuestra conducta. De esta manera nuestro pensamiento nos puede ayudar a controlar la impulsividad (no pensando en que le voy a dar con el cazo como siga tan pesado), controlar la ira (pensando sencillamente “no me voy a enfadar”).
4.- He repetido muchas veces en este blog que cuando nuestros hijos están más descontrolados es cuando más necesitan que los padres estemos controlados. Así les podremos enseñar cómo debemos actuar en situaciones parecidas sin necesidad de “perder los papeles”. Para afrontar situaciones adversas, difíciles, hace falta tranquilidad.
5.- Enseñar a los hijos a generar emociones positivas. No se trata de estar todo el día “yupi”, “que guay” se trata de reconocer y hacer explícitas aquellas cosas que nos hacen o han hecho sentir bien cada día. Así que cuando los hijos estén “modorros” y discutan contigo además de discutir, de vez en cuando haz explícito algo que te haga sentir bien respecto al “discutidor”, como por ejemplo, “que bien que no me he alterado”.
¿Difícil? Pues claro que sí. Si fuera fácil yo no estaría escribiendo este post ni tú leyendo desesperadamente. ¿Posible? Pues claro que sí, pero ponte a ello. Hazte el propósito de controlar tus emociones. Controla tu pensamiento. Un poco de sordera transitoria viene bien en estos casos. Y si al final no te has enfadado ni te has alterado, ponte una medalla: “¡¡¡tienes poderes!!!”. Pero estos poderes sólo te sirven para educar.