El amor y sus contras
El amor es un sentimiento tan difícil de encontrar, y digo encontrar porque uno no lo busca, aparece así sin más y una solo puede hacer otra cosa que dejarse llevar… porque en eso consiste ¿no? En lanzarse al vacío con o sin miedo y ver hasta dónde puedes llegar.
Y lo haces, te metes de lleno, rompes de una patada la puerta y entras a raudales, como alma que lleva el diablo, mirando hacia todos lados, buscando a esa persona que te ha hecho volver a sentir.
Y la encuentras escondida detrás de una cortina, asomando levemente la cabeza, dudando si salir o quedarse ahí metida. Y sales en su búsqueda, y de repente, un cristal se interpone entre vosotras, lo golpeas con todas tus fuerzas, le gritas pero es imposible que tu voz traspase esa coraza.
Ves pasar a tu familia por la ventana, saludando y sonriendo, pegan sus caras para ver que pasa, y la ven intentando evitar un contacto visual. Levantas los hombros 
levemente mientras giras de tu cabeza de un lado a otro, como una manera de indicar que no sabes que hacer, vuelven a mirarla y me señaláis, pero ella sigue sin hacer nada. Me miráis de nuevo como diciendo que no pasa nada, que vosotros vais a estar ahí para mi, no importa lo que pase.
Y lo que parecía un día soleado se torna en uno tormentoso, te observo desde el cristal, a la espera de que hagas algún movimiento, y lo haces, corres la cortina, haciendo que la habitación quede en penumbras, te acercas al cristal, me miras a los ojos, y por un momento siento que todo va a salir bien. Entonces te giras al oír tu nombre, es tu familia, veo el miedo en tu mirada, quieres esconderte y no sabes donde, y vuelves a ocultarte tras la cortina.
Se repite la historia una y otra vez, tu entregándote en cuerpo y alma, y ella con ese miedo que le impide avanzar. No existe peor cosa que vivir con miedo, miedo al que dirán, miedo a que os relacionen, miedo a ser tu misma con otra persona, miedo de empezar un futuro compartido y tantos y tantos miedos. Dejas caer los brazos a cada lado de tu cuerpo, te das 
cuenta de que es imposible intentar algo cuando la otra persona no está dispuesta a moverse, y que lo peor es estar con alguien que te haga sentir que estas sola. La soledad está bien, pero estar sola en pareja es el peor de los sentimientos.
Y no te queda otra que resignarte, te das media vuelta, y caminas a paso lento con la esperanza de que ella en el último momento decida salir de su escondite y descubra que merece la pena luchar…giras la cabeza, la miras por última vez, como queriendo memorizar su rostro, sus ojos, sus labios, incluso sus cicatrices, y justo en ese momento, desaparece para siempre. Avanzas el poco camino que te queda, agarras el pomo de la puerta, y la cierras detrás de ti, con llave.
Ahora toca esperar a que otra persona sea capaz de derribar esa puerta por ti.