No existe nada peor que no saber quién eres. Que todo aquello en lo que creías, y que estabas totalmente segura de ser, desaparezca en un abrir y cerrar de ojos por culpa de algo, pero sobre todo, por culpa de alguien.
Cuando estás en lo más alto del abismo, y de repente caes a lo más profundo, la oscuridad ocupa tu mundo, y te hace dudar hasta de ti misma. Toda esa seguridad que tenías, se convierte en un mar de dudas. Las preguntas se agolpan en tu cabeza, y por mucho que lo intentas, las respuestas siguen perdidas en el laberinto de tu mente. Y frente a eso, no hay nada que puedas hacer.
Que sensación tan dolorosa aquella de sentir que todo lo que creías ser ha muerto. Tu alma se ha perdido por el camino, y eres incapaz de salir a buscarla. Todo en lo que creías, todo lo que eras, quedó atrás, y no va a volver. Aunque tú lo quieras, ya no puede ser. Y sí, sufrirás por ello, por no entender que hay una parte de ti que no regresará jamás, que ahora toca forjar una nueva versión. Y a ratos querrás volver a ser la que eras, esa persona que se emocionaba con todo y que ahora parece insensible a la vida.
Lo que daría por dejar de ser tan ensimismada. Me pierdo entre mis pensamientos y olvido donde y con quien estoy hasta que me traen de vuelta a la tierra. Decir que soy despistada es poco. No obstante, quién me conocía antes, y me conoce ahora, ha aprendido y, sobre todo, ha aceptado que ese cambio era necesario en mí, para sanar. Y sigo en ese proceso, que por lo que estoy viendo, será largo.
El ser humano está preparado para el cambio, sino no habríamos evolucionado. La cuestión radica en querer hacerlo, convencernos a nosotros mismos que estar estáticos no conduce a nada bueno. La única dirección que podemos tomar es seguir adelante, tomando solo aquello que nos haga crecer. Rodearnos de personas que sumen, que saquen lo mejor de nosotros. Y por supuesto, sentir que no estamos solos, que trabajando unidos conseguimos todo lo que no propongamos.
Y es una lección que deberíamos aprender todas y todos: la vida está plagadita de errores, de buenas y malas decisiones, de gente que aporta y gente que te quita hasta el alma. Que nada de eso condicione tu vida. Tu vida la diriges tú y solo tú.