Rodríguez Zapatero acudirá a Extremadura en esta campaña electoral aun sabiendo que más que sumar votos para Fernández Vara, puede que se los reste
Hubo un tiempo en que Zapatero deslumbraba, era un valor en sí mismo, tanto que el PSOE decidió relegar sus propias siglas en beneficio de las de ZP. El “Zapatero Presidente” estaba por todos lados: en carteles, atriles mitineros, pegatinas, banderolas. Es verdad que al principio se justificaba en que había que aumentar su grado de conocimiento, pero tras los comicios de 2004, el culto al líder se potenció hasta el extremo, era el dirigente salvador que había devuelto la estima a la militancia y resucitado a todo un partido después de ocho años de oscuridad y aznarismo.
Fueran los comicios que fueran -regionales, locales y por supuesto nacionales- Zapatero era imprescindible; se lo rifaban, todas las federaciones socialistas sabían que ZP más que restar protagonismo a un determinado candidato, se lo multiplicaba por dos.
Por todo ello, no deja de ser curioso el cambio tan brusco que parecen haber sufrido en el PSOE en los últimos meses y sobre todo semanas. Las federaciones regionales más que invitarle, pareciera que quisieran quitárselo de encima; se ha convertido en ese cuñado o sobrino pesado al que uno le ofrece su casa pero sin demasiado ímpetu, no sea que se anime y venga.
La suspensión del macromitin de Vistalegre, hasta ahora el escenario-talismán de Zapatero, ha dejado al líder del PSOE en entredicho por su propio partido. Es verdad que, de un tiempo a esta parte, todo lo que hacen los socialistas a nivel nacional se les vuelve en contra, pero la estrategia de convocar un acto de esta naturaleza -con 25.000 personas y un montón de candidatos locales y regionales- y después desconvocarlo ha sido un error de estrategia sin precedentes.
Si se ha suspendido porque ahora no es conveniente sacar al líder, malo; pero si se ha decidido suspender porque no hay que hacerle el juego al PP, que pretende plantear unos comicios regionales en clave nacional, aún peor. Sin decirlo, se está reconociendo al enemigo que en un enfrentamiento de tú a tú, uno se siente perdedor. Cabe una tercera hipótesis y es que Zapatero se vaya a ir para su casa antes de las elecciones del 22 de mayo, pero esta posibilidad cada vez parece más improbable.
La cuestión ahora es cómo plantear una campaña electoral con un líder nacional en entredicho al que, por deferencia, no se debe dejar de invitar. Zapatero vendrá a Extremadura. De eso no cabe ninguna duda, pero tampoco reportará votos a Vara, más bien al contrario. En 2007 realizó un apoyo explícito a la refinería en Extremadura en su mitin de la Granadilla, en Badajoz, pero ahora, con el estigma negativo que le rodea, la efectividad de cualquier anuncio será prácticamente nula.
Los socialistas extremeños saben por sus encuestas que, a diferencia de lo que ocurre en otros territorios, la marca PSOE está a 5 puntos de la del PP. Además, cuentan con el candidato más conocido y mejor valorado. De ahí que la presencia de Zapatero sea para ellos un trago por el que se debe pasar y poco más.
Otra cosa es la intención de voto. En el seno del partido se teme, cada vez más, que los electores reflejen en su papeleta el cabreo que tienen ante la situación del país. Cuentan con que sus simpatizantes no se aliarán con la derecha, pero si se quedan en casa masivamente, el daño en escaños puede ser alarmante. Por ahora, la solución parece clara: “mucho, mucho Vara; y poco, poco ZP”. Y a esperar.