De buen rollo, entre amigos. Así han firmado esta semana los sindicatos, la patronal y el gobierno extremeño el séptimo plan de empleo de la región, el primero de la era Monago. En apenas cien días, el nuevo Ejecutivo ha sido capaz de negociar y cerrar con discreción un acuerdo cuya foto vale oro. Todos los frentes atribuyen el éxito a Sergio Velázquez, secretario general de Empleo, un consejero en la sombra como César Díaz Solís en Educación, que se lo ha dado todo masticado a la vicepresidenta Cristina Teniente y, cómo no, al mismísimo presidente Monago. Firma aquí, jefe, que lo demás corre de mi cuenta.

Sellar un acuerdo sindical con un gobierno socialista parecía hasta ahora lo normal. Los seis planes aprobados en la etapa del PSOE así lo atestiguan. La presencia de los anteriores líderes sindicales extremeños, Valentín García, de CC OO, y Miguel Bernal, de UGT, en la bancada socialista actual (ambos con peso específico pues el primero es portavoz del grupo y el segundo responsable de empleo), pone de manifiesto el acercamiento ideológico que existía de partida a la hora de sentarse a hablar con el gobierno. Esta vez con el PP no había premisas ni existían antecedentes, si acaso recelos, de ahí que el resultado merezca un reconocimiento mayor.

De poco vale que ahora salga el PSOE a decir que hay menos cuantía económica que antes, que se denuncie que no se apuesta por cambiar el modelo productivo o que se critique, y con razón, que los remanentes positivos de Tesorería se incorporarán a políticas de empleo cuando se sabe que no sobra ni un euro en la caja; el PP tiene plan de empleo por cuatro años y Monago puede arrancar su andadura de gobierno en paz. Con la firma, la foto y el choque de manos, patronal y sindicatos otorgan a los populares un margen de confianza que ya quisieran otros. El argumento de las tres ‘e’ (referidas a empleo, emprendimiento y empresa) se acepta por todas las partes, y aunque el Ejecutivo cede y al final entiende que debe generar empleo público desde la administración para que el mercado se mueva y no muera a corto plazo, los sindicatos asumen que se tiene que correr el riesgo y apostar a medio y largo plazo para que sea la sociedad, la empresa o, en este caso, los emprendedores los que creen empleo, dejando a un lado a ‘mamá-Junta’ y a ‘papá-ayuntamiento’.

Nadie sabe qué resultado tendrá el plan del PP, pero lo mismo pasaba con los anteriores a priori. Aunque todos, sindicatos y patronal incluidos, reconozcan que sin el viejo la sangría de parados hubiera sido peor con la crisis, lo cierto y verdad es que con él en marcha se destruyeron 55.000 empleos y se pasó de 60.000 parados a casi 120.000. Con ese resultado no es para presumir precisamente, ni para criticar al contrario tampoco. La confianza en el que llega y lo intenta debe darse en balde, que ya vendrán las cifras el año que viene y el siguiente. Y haremos cuentas.