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Manuel Pecellín

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Clamor contra la opresión

El año 1982, Ana Blandiana, una de la escritoras más importantes de Rumanía, obtuvo el prestigioso premio Herde, concedido por la Universidad de Viena. Meses después aparecía su obra ‘Proiecte de trecut’, un demoledor ataque contra el régimen comunista comandado por Nicolae Ceausescu. Según se recordará, la odiosa dictadura de este tirano duraría hasta 1989, en que una corte de los militares insurrrectos lo acusó de genocidio contra su propio país y fue ominosamente ejecutado. Al menos para Ana Blandiana terminarían las persecuciones de que era objeto por parte del régimen comunista.
Había nacido el año 1942 en Timisoara, ciudad luego célebre porque allí comenzaría el declive de Ceausescu que se ganaba la indignación unánime cuando dispuso dispararan contra protestantes anticomunistas el Ejército y la famosa ‘Securitate’, que prefirieron confraternizar con los manifestantes. ‘Ana Blandiana’ es realmente el seudónimo de Otilia Valeria Coman. Su padre había sido comandante en la Segunda Guerra Mundial y luego sacerdote de la catedral ortodoxa de Oradea y profesor de instituto. Acusado de conspiración contra el Gobierno, estuvo seis años en la cárcel, falleciendo poco después. Blandiana, cuyos escritos contienen no poco de autobiografía, habrá de vivir bajo control policíaco y el estigma de ser «la hija de un enemigo del pueblo». Su fértil carrera literaria, tanto en poesía como en prosa, hubo de construirse en permanente tensión contra la censura.
Hasta 2007 no se publicaría en España el primero de sus libros, el poemario ‘Cosecha de ángeles’. Llamo la atención sobre este título, porque los ángeles constituyen una constante en las obras de Blandiana, seguramente debido a la capacidad simbólica de dichas entidades. Al margen de su discutible existencia (en la autora se confunden lo real y lo fantástico), aquellos espíritus puros funcionan semánticamente como representación de cuanto se opone al craso materialismo que la doctrina oficial del régimen rumano impuso como sistema filosófico.
Periférica, la joven editorial que con tanto acierto dirige en Cáceres Julián Rodríguez, nos permite ahora conocer ‘Proiecte de trecut’, traducido al castellano como ‘Proyectos de pasado’. La versión se debe a Fernando Sánchez Miret y Viora Patea, quien pone también un excelente estudio preliminar, imprescindible para la correcta lectura del libro. Agrupa éste once relatos de distinta amplitud, algunos próximos al cuento y otros al relato corto. Aunque independientes entre sí, a todos los unen vínculos familiares. La protagonista de casi todos ellos es la autora, que narra en primera persona cuanto ha vivido de forma directa o indirecta, en tiempos remotos de infancia y juventud o en épocas recientes. Si bien sus denuncias contra los abusos de poder, la atmósfera asfixiante impuesta sobre un país reducido a la miseria, la omnipresente policía y las acusaciones gratuitas contra el menos sospechoso (en ocasiones, Kafka no anda lejos), se formulan más bien subliminarmente, con constantes recursos a la fantasía, los sueños, los planos surrealistas, etc., no falta en ninguna de estas hermosísimas narraciones el clamor contra la opresión.
Si tuviéramos que elegir, me quedaría con dos. Una, ‘Proyectos de pasado’, que da título a la obra (aporético, pues Blandiana parece gustar de las paradojas). Con evocaciones de ‘Robinson Crusoe’, refiere la fantástica odisea que ha de sufrir un grupo de ciudadanos tan inocentes como trabajadores e imaginativos, desterrados sin explicación ninguna a las soledades del ‘Baragán’. No he podido leerla sin recordar al viejo Panait Istrati, cuya obra ‘Los cardos del Baragán’ fue la primera que yo reseñé en el periódico HOY hace ya demasiados lustros. Con la otra concluye el libro, ‘La iglesia fantasma’. En sus primeras líneas explica Blandiana la estética que sigue: «Existen tantas modalidades de lo fantástico que no es de extrañar que algunas de ellas puedan darse en ocasiones el salto a la realidad. A veces, la realidad misma sobrepasa arrogantemente sus fronteras y, entonces, las zonas superpuestas permanecen ambiguas durante años, decenios y aun siglos, y resulta incierto a qué dominio pertenecen. Después, por no se sabe qué casualidad, o simplemente por la erosión del tiempo, su doble naturaleza difumina uno de sus aspectos y la franja que antes era equívoca acaba cayendo a uno de los lados de la frontera, acompañada únicamente por el asombro de que antes las cosas hubieran podido parecer de otra manera” ( pág. 314). Tal ocurre con la maravillosa historia de los tozudos y rebeldes siervos del siglo XVIII, a los que se les prohíbe construir una iglesia y deciden trasladar hasta su aldea una lejana ermita, arrastrándola con bueyes, por las riberas del Cris. Entre dificultades sin cuento, el humilde edificio de madera acabará flotando y hundiéndose al fin en la desembocadura del Danubio, donde la misma escritora habría llegado a descubrirla cierta noche. Nada extraño, pues según ella suscribe, siempre vemos lo antes estuvo en nuestra imaginación.

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