Acaba de presentarse el número III, correspondiente al año en curso, de Alborayque, la hermosa publicación editada por la Biblioteca de Extremadura. Se trata de un volumen de 246 páginas, al que se añade un sustancioso anexo en memoria de Ángel Campos Pámpano. Teniendo esta entrega de la revista como núcleo el tema de los “moriscos”, parece oportuno recordar el origen de su nombre. Cuando Mahoma falleció, pudo subir hasta Cielo a lomos de Al-Buraq, que no era exactamente un caballo, sino una montura híbrida, mezcla de distintos animales. Al parecer, fue en el entorno de Llerena (sede, no se olvide, del Tribunal de la Inquisición) donde se produjo la castellanización del término, no sin ironía: “Al-Buraq” pasó a ser “Alborayque” y con ese nombre designaban sarcásticamente los “cristianos viejos” (los puros) a los judeoconversos (“cristianos nuevos”, grupo que también englobaba a los moros bautizados). Era una forma de insulto, achacándoles que no eran auténticos católicos, sino hipócritas deshonestos, que aparentaban pertenecer a la Iglesia cuando en realidad seguían fieles a la religión de sus mayores. La injusticia era flagrante, pero funcionó con éxito en el imaginario colectivo.
Precisamente uno de los libros encontrados en la ya célebre Biblioteca de Barcarrota ( cuyos originales se guardan hoy en la de Extremadura) fue El Alborayque, un panfleto antisemita, del que la Editora Regional hizo (2005) la oportuna edición facsímil.
El año 1609 Felipe III firmaba el decreto de expulsión de los moriscos. Estamos , pues, en el IV Centenario de aquella polémica medida, que tuvo no pocos detractores ya entonces, entre ellos nuestro Pedro de Valencia, con su Tratado sobre los moriscos. En casi toda España, y muy especialmente en Extremadura, las repercusiones de aquel exilio forzoso (consumado ya el anterior de los judíos) fueron enormes y en conjunto negativas. Así lo demuestran los dos estudios que en Alborayque suscriben un conjunto de profesores de nuestra Universidad, por un lado (Isabel Testón, Mª Ángeles Hernández Bermejo y Rocío Sánchez Rubio) y François Martínez, que enseña en la Universidad de Bretagne-Sud-Lorient. Como la de Hornachos era la localidad morisca por excelencia, de su poderosa e influyente aljama se ocupan María Ángeles Pérez y María José Rebollo, ambas profesores de la UEX. Ellas fueron las responsables de editar los dos manuscritos árabes que, como ocurriese con Barcarrota, se encontraron ha poco en Hornacho detrás de unas paredes . Son dos textos muy útiles para analizar la cultura y la lengua mantenidas por los hornachiegos ( seguramente reforzados con los moriscos de Granada que a partir de 1570 llegaron en gran número a Extremadura). Por último, María Isabel López Martínez, adoptando una perspectiva más amplia, analiza las huellas moriscas en el Cancionero musical de los siglos XVI y XVII.
Otro aniversario encuentra también lugar en estas páginas : el centenario del nacimiento de Jesús Delgado Valhondo , poeta al que se dedican respectivos trabajos dos Catedráticos de Instituto, Ángel Sánchez Pascual y Antonio Salguero Carvajal. Aquel fue el primero que se encargó de publicar la Poesía completa del escritor, cuando Jesús aún vivía y continuaba creando . El segundo recogió después la Obra Completa del mismo, ya difunto. Ambos la conocen como nadie. A sus análisis se suma el de Miguel Combarros, quien insiste en la búsqueda apasionada de Dios como una de las características más notables de la poética valhondiana.
Hace justamente un año moría Ángel Campos, por lo que también Alborayque lo ha querido recordar con un rico anexo, donde participan más de cincuenta escritores relacionados con aquél.
Publicación que , sin duda, bien merece reseña aparte.
Justo Vila Izquierdo (dir.), Alborayque, nº 3. Badajoz, Biblioteca de Extremadura, 2009